Cine Clasico

Re-animator

De: Stuart Gordon

Murió Stuart Gordon. Como todo director vinculado al cine de terror, supo ganarse el cariño incondicional de los amantes del género. Para recordarlo decidí ver nuevamente Re-animator (1985) su ópera primera y clásico inolvidable. Si la película tuvo enorme popularidad en su momento, en particular en su paso por el VHS, formato que la convirtió en un film de culto, también hay que decir que tuvo un gran recorrido por festivales de cine fantástico y de terror y hasta el festival de Cannes. Las críticas fueron favorables cuando se estrenó, consiguiendo la aprobación de Pauline Kael y Roger Ebert, entre otros. Pero nada sabíamos de eso cuando la alquilábamos el fin de semana para verla una y otra vez.

La idea de hacer Re-Animator surgió de una discusión con amigos que Stuart Gordon tuvo una noche sobre películas de vampiros. Gordon decía que había demasiadas películas de Drácula y expresó su deseo de ver una película de Frankenstein. Entonces alguien le preguntó si había leído Herbert West – Reanimator de H. P. Lovecraft. Gordon había leído la mayoría de las obras del autor, pero no esa historia, que se había agotado durante mucho tiempo. Fue a la Biblioteca Pública de Chicago a buscar una copia y leerla. Podrá discutirse luego que tan leal fue a uno de sus autores favoritos y que tanto se acercó, a su vez, a la historia de Frankenstein. Pero nadie podrá negar la intensidad, originalidad y potencia cinematográfica que la película tiene.

Herbert West (Jeffrey Combs) es un excéntrico estudiante de medicina expulsado de una universidad en Suiza debido a sus cuestionables experimentos. Es así como es trasladado a la Universidad de Miskatonic, en Arkham, Massachusetts, donde nuevamente continúa con sus experimentos, esta vez con la ayuda de su compañero Dan Cain (Bruce Abbott). Su trabajo consiste en la elaboración de un suero capaz de revivir el tejido humano ya muerto, basado en que la animación consiste en dos procesos: el físico y el químico. Con ayuda del suero, cumple la parte física, dejando a los seres animados como una especie de muertos vivientes. Megan (Barbara Crampton), la novia de Cain, percibe rápidamente la locura de West y esto provoca un conflicto entre los tres. No pasará mucho tiempo antes de que toda la situación se vaya de las manos y los experimentos provoquen un desastre.

Lo que sigue es un verdadero festín de terror. Un delirio visual desmedido que va creciendo escena tras escena. Gordon estaba convencido de que la comedia y el horror funcionaban bien juntos y la década del ochenta fue sin duda la mejor época para combinar ambas cosas. Luego de la seriedad abrumadora de la década del setenta y antes del gore sin ironía de los noventa. Re-animator no llega a ser una comedia como las de Sam Raimi, pero tiene momentos cómicos y líneas de diálogo tan filosas como un cuchillo. Cuando uno cree que la película alcanzó su punto más alto, la apuesta se eleva y el clímax es para aplaudir de pie. Tantas ideas juntas, tanto amor por el exceso, tanta pasión por darle al espectador algo que lo sorprenda genuinamente hoy la convierten en una pieza clásica. Los efectos especiales de la década del ochenta, más en un film de bajo presupuesto, son hoy un lujo artesanal que genera admiración en sí mismo. Pero por encima de cualquier otra cosa lo que le da más potencia son los dos protagonistas. Herbert West triunfa en su teoría pero los resultados son cada vez peores. En lugar de desanimarse o reflexionar, niega todo y sigue intentando, con resultados cada vez mejores para la trama pero peores para la ciencia y la seguridad de todos los que lo rodean. Y su compañero de trabajo, Dan Cain, está personalmente peleado con la idea de aceptar la muerte. No hay un científico loco, hay varios en esta película, y los dos protagonistas, como Victor Frankenstein, quieren pelear contra la muerte sin importar en lo más mínimo las consecuencias. Ellos son la fuerza de la historia, la locura en el corazón de esta película demencial y a la vez terriblemente divertida.

Stuart Gordon ha muerto, sí. Pero como pasa con todos los que se dedicaron al terror, yo sería cauto a la hora de despedirlo. Con la muerte y el terror, después de todo, nunca se sabe.