DETRÁS DE UN VIDRIO OSCURO
Diane Arbus es una de las fotógrafas más famosas del siglo XX. Su trabajo ha recorrido el mundo y es tomado como referente por muchos artistas de la fotografía e incluso por directores de cine. A su vez, su obra está clara e indiscutiblemente influencia por esa otra obra cumbre de la historia del cine mundial, llamada Freaks (1932), dirigida por Tod Browning, y cuyo título en castellano suele ser Fenómenos. El film de Browning también ha sido inspiración para cineastas, como David Lynch y Tim Burton, a quienes tampoco les resulta ajeno el trabajo de Diane Arbus. Delimitado este árbol genealógico, queda claro, entonces, qué clase de fotógrafa era Arbus y cuál era el centro de sus motivaciones. Cabe aclarar que aquello que articula a estos artistas es el mundo de los personajes retratados, no el modo de composición, ni de iluminación de los mismos. Hacer una película sobre Diane Arbus al estilo tradicional hubiera llevado al director a sumergirse en las pantanosas aguas de la descripción de su vida privada, dejando de lado los motivos y el sentido de su obra. Así pues, es más que saludable que, como bien lo dice el título original, éste sea un retrato imaginario de Diane Arbus y no un minucioso registro de su vida.
Un paseo por el lado oscuro
Una mujer, ama de casa y ayudante de su marido -fotógrafo de modas y publicidad, siente dentro de sí una fuerza que la impulsa hacia un lado oscuro, al que le teme profundamente. Proveniente de una clase social alta y con una familia feliz, Diane (Nicole Kidman) sabe -en su interior- que ella no puede ocupar el lugar de normalidad que le ha tocado representar. De pronto, al mudarse al departamento de arriba de su casa un extraño vecino con el rostro tapado, las fuerzas que operan dentro suyo se desatarán, dando rienda suelta a su verdadera personalidad y a sus más profundos deseos. Si acaso todos esperaban que ella pudiera tener un rol más activo como fotógrafa del estudio familiar, la clase de fotografía que va a explorar está en las antípodas de ser luminosa o agradable. Más allá de lo que sepamos o no de Diane Arbus, ésta es la forma en la que nos la presenta el director Steven Shainberg (el mismo de La secretaria, otro film sobre lados oscuros, aunque más tierno). Para quienes estén familiarizados con los films de David Lynch (Eraserhead, El hombre elefante, Mullholand Dr.) o incluso con el ya mencionado Freaks, Retrato de una pasión (Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus, 2006) no resultará una experiencia muy extrema o impactante. Para quienes este universo les sea completamente ajeno, por el contrario, esta película podrá resultar mucho más inquietante y perturbadora que los biopics que hemos visto en los últimos años. Una versión libre, entonces, parece ser una buena elección. La película no pretende ser una experiencia extrema, no busca replegarse sobre sí misma, ni volverse shockeante o incomprensible, sino que intenta -nada más y nada menos- que explicar o mostrar las motivaciones por las cuales una mujer como Diane decide convertirse en la clase de artista que fue. Intenta explorar para un público más masivo, el placer y el encanto que posee para ciertas personas la decisión de retratar esa clase de mundos y no otros, más tradicionalmente bellos o aceptables. Y lo logra. Porque el centro de su obsesión y deseo, Lionel (Robert Downey Jr.), nos es mostrado primero como una amenaza, luego con un atractivo temor y, finalmente, con una belleza indiscutible. La película construye el proceso que pudo haber hecho la propia Arbus y el espectador alcanza a entenderlo. Seguramente, después de ver este film, será más fácil acceder a la filmografía de Tod Browning o de David Lynch.
Fantasía y realidad
Si la película, por ser clásica y sobria, se arriesga a ser juzgada como liviana o meramente trasgresora, hay que decir -a favor de la misma- que no es para nada complaciente, sino que se encuentra -más bien- en los márgenes del cine actual. Márgenes que no salen del cine industrial, pero márgenes al fin. En cuanto a los datos del personaje, alguien podría decir que el relato no le es fiel a la biografía de Diane Arbus porque no se menciona su suicidio, ni se muestra su promiscuidad sexual, así como tampoco, la depresión y la dejadez en que se sume durante sus últimos días. Sin embargo, me atrevo a afirmar lo contrario, ya que la decisión de terminar con su vida está claramente insinuada, asimismo, su personalidad agobiada, su depresión y su deseo sexual por los seres freaks. Incluso, su bisexualidad está anunciada. Quizá muchos espectadores desconozcan que, aun en la actualidad, hay cineastas que buscan expresarse a través del pudor clásico, la sutileza, el fuera de campo, la metáfora, el buen gusto y el encanto de dejar libradas a la imaginación algunas cosas.
Pero, a no confundirse, porque Retrato de una pasión no es pacata ni lavada, por el contrario, es una película que deja en claro qué clase de persona es la que está describiendo y no esquiva ninguno de los temas polémicos a los que se enfrentaba de antemano. Como plus, nos da una pequeña lección sobre fotografía: aprender a dejar la cámara a un lado hasta conocer al objeto retratado. Lo mismo, después de todo, que hace el film.
La bella y la bestia
Mientras que en el film podemos ver los ecos de los mencionados Lynch y Browning, también reconocemos a Tim Burton, pero mientras que Browning sólo es conocido por los cinéfilos; Lynch, por los intelectuales; y Burton, por un público joven; Retrato de una pasión busca captar a todo ese público que no se acercaría naturalmente a estos universos. También se puede reconocer en el personaje de Lionel al protagónico de La bella y la bestia, de Jean Cocteau, a cuyo maquillaje parece remitir sin duda alguna. Porque en definitiva este mundo puede permanecer oculto o semioculto, en la periferia de una sociedad que no sabe muchas veces adecuarse a los cánones de una estética distinta a la dominante, pero en el fondo, sigue formando parte de nosotros, aun cuando simulemos ignorar que existe. Y para que ese mundo llegue a la mayor cantidad posible de espectadores, el cine ha inventado un método muy sencillo: las estrellas. Así es cómo Diane Arbus toma el cuerpo y el rostro de Nicole Kidman, en una actuación que, sin hacernos olvidar quién es, consigue resumir perfectamente todo lo dicho hasta ahora sobre el film. Y Robert Downey Jr., otra elección más que feliz, ya que posee la capacidad de ser temible y perturbador, pero también amable y tierno. Su rostro es el ideal para que a través de él los espectadores hagan el mismo viaje que hace Diane. Cuando la película termina no hay carteles explicativos ni datos ni fechas. Con la sutil precisión con la que el film nos cuenta esta historia imaginaria, nos permite imaginar lo que querramos y cerrarla con la misma certeza que al marido de Diane lo invade sobre el final del film: se ha abierto una puerta que ya no se podrá cerrar. Una vez que se han despertado los ojos y reveladas las fotos, ya nada volverá a ser lo que era. Eso es lo que nos muestra Retrato de una pasión. Y esa parece ser la herencia del trabajo de Diane Arbus.