Todos conocen a Venus y Serena Williams. Sus carreras extraordinarias son parte fundamental de la historia del tenis. Estas dos hermanas vienen haciendo historia desde hace mucho tiempo. También muchos conocen a su padre, Richard Williams, pero mucho menos. Su fama no va más allá del mundo del tenis. Rey Richard cuenta su historia, el trabajo minucioso y obsesivo que realizó para convertir a dos de sus hijas en las potencias más deslumbrantes del tenis mundial.
Will Smith decidió producir este film protagonizado por él junto con la participación de las hermanas Williams como productoras ejecutivas. Es decir que se trata de una biografía completamente autorizada de la familia. Smith también tiene a su cargo el rol principal, imitando al padre de las tenistas, con un poco de sobreactuación, como buscando su Oscar. Nada grave, pero se nota que está actuando, haciendo un esfuerzo. Las actrices que interpretan a las hermanas, Saniyya Sidney (Venus) y Demi Singleton (Serena) son de un carisma tan natural que logran que la película recupere autenticidad más allá de su protagonista. Por otro lado, el guión resalta la figura de la madre, a la que le da al menos dos escenas de Oscar pero también de valoración en la educación de sus hijas, algo que otro film podría haber olvidado. Aunjanue Ellis, interpretando a Oracene Williams ya tiene su nominación en el bolsillo.
Sin embargo, el gran mérito de la película consiste en que todos sabemos como termina y esto no impide que tenga emoción, incluso suspenso, en cada escena. Desde las calles del duro barrio de Compton, California, a los mejores torneos del tenis mundial, la historia de las hermanas Williams es conmovedora y sorprendente. Sus pocos recursos, el racismo del tenis, la falta de fe en ese raro padre, todo es puro drama. Richard es intenso, maniático y agotador, saber el final del camino lo hace tolerable y querible, porque si hubieran fracasado otra sería la historia. La película se esfuerza por mostrar un lado cariñoso y diferenciarlo de los padres que depositan sus frustraciones en sus hijos. La historia de la familia Williams merecía una película porque su drama tiene carácter cinematográfico. El lugar donde la película decide cerrar, también es inteligente y cargado de una enorme emoción. Su discurso es bien norteamericano. El esfuerzo, el trabajo y la dedicación, llegar hasta lo más alto por mérito propio y sin que nadie regale nada. En eso la película representa a la perfección el sueño americano.