Peliculas

RICORDATI DI ME

De: Gabriele Muccino

RETRATO DE FAMILIA

Ricordati di me comienza recorriendo los edificios amarronados de un barrio de Roma, decenas de pequeñas ventanas inundadas por la luz del amanecer. La cámara divaga lentamente por la cálida fisonomía del vecindario hasta dar con el departamento de la familia Ristuccia. Primero se lo ve desde afuera y, luego, por dentro, pautando así la coherencia de un recorrido deductivo, que va de lo general hacia lo particular. El desglose se detiene ante el descubrimiento de una pareja durmiendo. Una voz en off dice algo así como: “Son las 7:29, en un minuto Carlo y Giulia recordarán que están vivos.” Una toma cenital, desde el techo de la habitación, presenta a los protagonistas. La pronunciación de esta frase señala una pausa, decreta un espacio y un tiempo de observación en silencio, como si la atención del espectador contase con un minuto para divagar libremente por el cuadro.

Este gesto de focalización sobre el matrimonio soñando, se articula con las primeras imágenes, logrando un clima de introducción; un prólogo amable y sutil que invita a conocer a esta familia bien de cerca. Un instante para lanzar hipótesis, para empezar de cero, la mañana como una página en blanco, una oportunidad. Son los únicos instantes de paz; suena el despertador y del mismo modo que saltan de la cama con mal humor y a los gritos, en casi las mismas condiciones se desarrolla la historia. Enseguida el despertar de los Ristuccia resulta incómodo, agresivo, rutinario, desalentador, nada de aquella idea de comenzar con nuevos bríos.

Rápidamente se comprende que la estructura de contrapunto entre la calma y la tormenta no es aprovechada. La voz en off se encarga de aclarar lo mal que está cada uno de los integrantes del clan, dando detalles de la indiferencia y angustia que corroe el alma de los cuatro protagonistas. El padre (Fabricio Bentivoglio) es un escritor que ha sacrificado el final de su novela por mantener a su familia, la madre (Laura Morante) es una actriz frustrada devenida maestra de grado, Valentina (Nicoletta Romanoff) es la hija adolescente obsesionada por la belleza que envidia a su mejor amiga, y sufre por conseguir el estrellato; y Paolo (Silvio Muccino) es un jovencito sin siquiera un motivo claro de malestar, no mucho más que el de un enamoramiento no correspondido.

La película se transforma, entonces, en una acumulación de situaciones sin orden; intercambios progresivamente desesperanzadores, lugares comunes coleccionados como piezas de ensamblaje. Se percibe cierta atomización de los conflictos que Gabriele Muccino no había mostrado antes en su filmografía. Es decir, si en sus películas anteriores los personajes se encontraban en lugares de crisis, se corrían casi inmediatamente, luchaban y volvían a correr, pero para festejar el aprendizaje. La carrera y los gritos “muccinianos” implicaban esto: la conquista de los logros, del amor, de la confianza en sí mismos. En Ricordati di me están los mismos gestos, las acciones de gritar y correr, pero no hay sustento para alaridos y maratones. En los padres se manifiesta de modo más evidente, no hay más que desilusión y melancolía. Ante tales sentimientos la única salida pareciese ser el individualismo y el retorno a la adolescencia. Laura Morante ante el vacío, vuelve al teatro y se enamora de su profesor, Bentivoglio, por su lado, reaviva un antiguo amor (Monica Belucci) y se enfervoriza tanto que deja su trabajo (¿?) y vive en una nube de ensueño que lo aleja como por arte de magia de todo su entorno.

Se nota enseguida que el director no cree en la fidelidad ni mucho menos en el matrimonio, un hecho que ya se conocía desde El último beso, pero aquí ni siquiera apela a la ironía trágica o al sentido del humor para explicarlo. Es como si no hubiese una decisión clara del rumbo de la historia, intenta realizar un retrato crítico de una familia de clase media, pero cae torpemente en todos los clichés y los subraya con la voz del narrador. No hace más que presentar el más vil de los panoramas domésticos. Es decir, muestra el costado reiterativo de la convivencia, el hastío de la cotidianeidad, la incomunicación de todos los integrantes de la familia o las cercanías más extrañas (como la secuencia de la madre en la fiesta de amigos de la hija) y no da soluciones o si quiera se percibe como construcción verosímil.

Presenta, de esta forma, enunciados sin desarrollo y sin una finalidad precisa (como la irrefrenable corrupción de Valentina a causa de horas frente a la pantalla de televisión) La única salida posible es recomponer las cosas con un “deus ex machina”, un acontecimiento fortuito que recomponga por arte de magia los vínculos. Un accidente subsana todas las depresiones, dudas y frustraciones. La única posibilidad de renovación y “aprendizaje” viene desde afuera.

Finalmente, la “filmación “casera” de la última escena (que presenta a los cuatro reunidos, en un momento poco creíble de felicidad) dialoga con la imagen inicial del matrimonio soñando. Ya no se trata de una imagen disparadora de sentidos, sino que se parece más a la cámara espía de un reality show, que busca capturar la vida diaria y en su seguimiento no hace más que revelar mezquindades.