Peliculas

Saturday Night

De: Jason Reitman

Una de las características más sobresalientes de lo que se conoce como entretenimiento cinematográfico es el manejo del tiempo. No sólo el timing dentro de cada escena y del largometraje en su totalidad, sino la forma en la cuál se anuncian dentro de la trama, lapsos de tiempo que llaman la atención del espectador y lo atrapan, jugando con las cuentas regresivas de pocos segundos, horas o días. Siempre hay fechas y horarios en las películas más entretenidas, siempre la mente del espectador tiene varias cosas para hacer al mismo tiempo. Para los detractores, esto es abrumar con demasiada información y no permite la reflexión, para la historia del cine esto es darle al espectador un show sin pausa. Saturday Night juega uno de los juegos más desafiantes y poco habituales del cine: la película narrada en tiempo real. Es decir aquella en la cuál la historia (lo que se cuenta) coincide con el relato (el tiempo que lleva contarlo). Así que cuando arranca sabemos que hay noventa minutos para que el programa que sería conocido como Saturday Night Live salga al aire. Hay un par de trucos y vueltas con el tiempo, pero se puede hablar sin problemas de tiempo real. A los dos minutos de película un cartel dice 10PM y allí empieza la cuenta regresiva de un momento histórico de la televisión y la comedia. Una tardía revolución a la que el cine ya había accedido años atrás y que no había encontrado un equivalente en programas de televisión en vivo.

Y cuando Saturday Night empieza ya no se detiene más. Los pocos y breves momentos de calma sirven para producir una melancolía inesperada, ese instante en el cuál recordamos que vivir la historia y recordarla son dos cosas distintas. El descontrol, la angustia, la presión y la diversión de ese debut de ninguna manera tenían tiempo para entender lo que vendría después, tanto lo extraordinario como lo malo. El breve momento de gloria de algunos de los genios de la comedia que formaban parte de esa selección que salió a la cancha aquella noche de octubre de 1975, así como esos otros gigantes que quedaron en el banco de suplentes y los monstruos sagrados que observaban, con desconfianza y fundado temor, que llegaba el fin de sus días como dueños del espectáculo. Pero una vez más, estos momentos de reflexión pasan dentro de la montaña rusa desaforada que es esta película dirigida por Jason Reitman y escrita por él junto a Gil Kenan.

Para los que no saben que es Saturday Night Live ahí va un resumen de la película: A las 22:00 horas del 11 de octubre de 1975 en Nueva York, un productor televisivo llamado Lorne Michaels le da los toques finales a lo que será la primera emisión en vivo de un programa de comedia que será conocido más adelante como Saturday Night Live transmitido por NBC. A pesar de toda la preparación, el material que tiene para cubrir los 90 minutos que dura el programa tiene el doble de esa duración y gran parte de los participantes tienen algún tipo de problema que atenta con que lleguen a la meta de una hora y media que tienen para comenzar. En el medio los ejecutivos, los competidores y hasta los trabajadores estables de la emisora desconfían de este joven productor y su troupe de desconocidos y demenciales actores. El ritmo frenético coincide con la locura de lo que se vive y Reitman nos regala, como corresponde, una escena narrada en plano secuencia para que entendamos cómo se mueven los personajes en el piso de la grabación. El propio equipo de la película trabajó en un set semejante para conseguir el clima adecuado. Y lo consigue, claro, porque todos los espectadores sufren y disfrutan como si fueran uno más del elenco. Michaels es el que está a cargo y todos los problemas pasan por él. La película muestra historias verdaderas con algunas reales pero ocurridas más adelante en el programa y otras completamente inventadas. Tampoco hay mucho tiempo para saber cuál es cuál.

La película es un homenaje a ese grupo y – tal vez sin saberlo- una crítica a los domesticado y aburrido que es el programa hoy en día, cincuenta años después. Es finalmente amable y está hecha para que el espectador disfrute. El elenco es brillante y todo pasa tan rápido que incluso casi no hay tiempo para darse cuenta de que uno de los actores interpreta dos papeles en la película, algo que es muy gracioso en sí mismo, porque uno de los dos personajes es Andy Kaufman, alguien que hizo de esta dualidad un arte. Para ubicarnos pero también porque eran todos nuevos, la película se encarga de decir sus nombres una y otra vez, para saber lo evidente en quien ame la comedia, estamos frente a Chevy Chase, Dan Aykroyd, Jim Belushi, Gilda Radner, Jim Henson, George Carlin, Billy Crystal y otros grandes, incluyendo al veterano Milton Berne, interpretado por J.K. Simmons. El que parpadea se pierde una escena, el que se distrae no ve un personaje, con la locura de las películas de los años treinta, con el estilo Preston Sturges y los maestros del cine clásico, Reitman no se detiene para esperar a nadie. Hay que subirse y no bajarse hasta el final. Todo es apasionante, porque no hay nada como ver la construcción colectiva de algo que pasa del caos a la gloria. La historia de la creación en noventa minutos.