La radio es un buen material para cine siempre y cuando ocurra algo que altere la rutina de los programas de forma insólita y muchas veces inverosímil. Muchas películas exploran la tensión radial a partir de hechos criminales, en particular la conexión entre una persona con problemas mentales, la mayoría criminales. Secuestro en directo (On The Line, 2022) se suma este largo historial y elige un espacio también favorito del género: los programas nocturnos. Es que de día es mucho más difícil crear ese aislamiento que suelen necesitar estos relatos.
Elvis Cooney (Mel Gibson) es un conductor de radio de cierta fama que vive con su esposa y su hija, pero trabaja en radio a la medianoche, un horario que preferiría cambiar por el del programa anterior. Su estilo es polémico y desafiante, incluso para sus compañeros. Cuando aparece un nuevo interno, Dylan, que será el operador, Elvis le juega una broma para mostrarle lo duro que es trabajar con él. Pero esa noche todo cambiará, porque un desconocido lo llama diciéndole que ha tomado de rehén a su esposa y su hija y que las matará si el conductor radial no accede a charlar con él al aire.
Ese comienzo es bastante potente y tener a Mel Gibson es más de lo que la película merece. En un primer tercio la historia va avanzando con interés y logra sostener la intriga, aunque ya empieza mostrar algunos lugares comunes. En el segundo tercio empieza a forzar las cosas, pero cómo al espectador le gusta saber como se resuelven las cosas, la trama aún convence un poco, al menos hasta resolverse. Pero luego llega el momento del desenlace y es bastante difícil que alguien quede contento con la resolución. Es aconsejable no tener ni objeto contundente a la hora de estar mirando la película, porque la pantalla del televisor corre riesgo. Y finalmente hay un desenlace que no le importa a nadie y qué tan solo le da un nuevo momento molesto e inútil a la película. Lo que parecía un film menor, termina siendo un gran fiasco. El director y guionista ya había hecho esta historia pero en un cortometraje de veinticinco minutos. Él mismo expone, tal vez sin querer, lo estira que está su historia.