Un profesor de historia de un colegio secundario es grabado en una charla con un colega dónde se queja con vehemencia y lenguaje subido de tono acerca del gobierno, la corrupción y la ineficacia de la política en su país, Ucrania. El video se viraliza y se transforma en furor. Sus alumnos, que lo admiran, quieren que se presente como candidato a la presidencia y hacen un crowdfunding que resulta exitoso gracias al apasionado discurso de ese video. Milagrosamente, o no tanto, el profesor termina siendo elegido como presidente de Ucrania.
El profesor Vasyl Petrovych Holoborodko se encuentra entonces, de la noche a la mañana, al frente de su país. Sin experiencia política, pero con honestidad y la responsabilidad de cambiar las cosas, pasa del caos y la confusión inicial a buscar verdaderos cambios en su gobierno y el país. Esta exitosa serie ucraniana, cuyo mercado principal es su país y las naciones limítrofes, tuvo un inesperado giro en su popularidad cuando el actor protagónico, Volodimir Zelensky, fue elegido en el año 2019 como presidente de Ucrania. La realidad imitó a la ficción como pocas veces en la historia y el popular comediante, con un partido llamado como la serie, llegó a la presidencia.
En el 2022, con la invasión de Rusia a Ucrania, Zelensky se convirtió en el centro del mundo y la serie despertó un renovado interés, más que cualquier otra producción donde él hubiera trabajado antes. Su filmografía, hay que decir, es muy inferior a esta serie de 51 episodios de los cuales los primeros veintitrés ahora se pueden ver en Latinoamérica. La calidad y clase de humor que practica esta especie de cuento de hadas y sátira política es más elevado que las comedias donde él trabajó previamente y que definitivamente estaban destinadas a un público más local. De hecho en la serie, no por casualidad, hay dos personajes que a lo largo de los episodios discuten acerca del humor y lo diferente que es entre países y culturas.
Estos dos personajes son muy importantes, además, porque uno de ellos es un ex actor convertido en el Ministro de relaciones exteriores. Serhiy Viktorovich Mukhin (Yevhen Koshovy, colaborador habitual en las películas de Zelensky) tiene un pasado actoral no muy digno y su humor es un poco vulgar para el mundo diplomático, por lo que su asistente Oksana Skovoroda (Olha Zhukovtsova-Kyiashko) debe instruirlo y civilizarlo. Estos son algunos de los detalles que muestran que Zelensky -también productor- sabía perfectamente que esta serie era algo más sofisticada que lo hecho hasta entonces.
Vasyl Petrovych debe aprender protocolo, entender cómo funcionan las convenciones y aceptar algunas de las reglas. Él está divorciado y vive con su familia cuando es elegido presidente. Su deseo es no cambiar su forma de vivir y cuando descubre el enorme número de asistentes y puestos sin sentido que hay en su gobierno comienzan las disputas con el poder. Lejos de querer elegir políticos de carrera, prefiere que cada puesto lo tenga una persona idónea para el cargo, con las ideas o el conocimiento correcto para la posición. Los oligarcas del país, en las sombras, no ven con buenos ojos que aquel que parecía un tonto resulte un presidente capaz de romper con los espacios de poder que llevan años sin ser cuestionados.
Como en un film de Frank Capra, Vasyl Petrovych es un caballero sin espada, un don nadie que inocentemente quiere hacer el bien. Como en un film de Frank Capra, se gana el corazón de todo rápidamente, es subestimado y finalmente parece que tal vez logre cambiar las cosas. Primero es engañado por los políticos expertos, en especial el primer ministro, claramente enredado con la corrupción, pero luego, en el episodio 3, ya empieza el combate. La serie consigue algunos capítulos brillantes, más allá de la idea inicial que también es muy buena. Capra brilló en la década del treinta y del cuarenta, hacer algo así en el siglo XXI parece aún más difícil, aunque siempre es una historia que emociona. Su éxito está en lo difícil que parece. Los ucranianos descubrieron, como el resto del mundo, que la realidad presenta desafíos terribles que una comedia amable no puede representar.
Pero su inocencia no debe ser confundida con superficialidad. Como en el mencionado Frank Capra, la inteligencia consiste en mostrar el bien y denunciar el mal y al hacerlo nos expone a todos a lo terrible del mundo mientras nos recuerda los ideales. Vasyl Petrovych tiene momentos en los cuales aparecen -en sus fantasías- líderes políticos o personajes poderosos de todas las ideologías, cada uno opinando sobre lo que debe hacer. Pueden ser Abraham Lincoln, Ernesto Guevara, Julio César, Iván el terrible o Al Capone, cada uno tiene algo para decir. Algunos proporcionan grandes momentos cómicos.
Y por supuesto, el gran enemigo es la corrupción, algo que a los espectadores argentinos conmoverá particularmente. La corrupción descontrolada que es moneda corriente en algunos países y que en Servidor del pueblo tiene un lugar muy importante. Hay un episodio de obra pública que muestra la corrupción que en algunos países es algo terriblemente real. Tan real es que toda la forma en la que se muestra la cadena de corrupción recuerda, sin muchas diferencias, a un famoso sketch cómico del programa La tuerca, donde para cambiar una lamparita se terminaba pasando un presupuesto descomunal. Acá pasa lo mismo con la obra pública. Gracioso y doloroso a la vez.
Si el protagonista es Zelensky, también el espectador actual espera referencias a Rusia y a Vladimir Putin. Las hay, claro, aunque no son tantas. Una chiste sobre un reloj de lujo en el episodio inicial llevó a que cuando este se dio en Rusia se le cortara la escena completa. Luego aparece, casi hacia el final, toda una discusión, menos directa, acerca del acercamiento de Ucrania a Europa y su alejamiento de Rusia. Y el chiste con el que cierra la primera temporada también habla de Putin pero no será contado aquí. Por todo, y por su hermosa canción de apertura, Servidor del pueblo es una serie que vale la pena ver. Veremos cómo sigue la historia fuera de la pantalla.