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Shtisel

De: Alon Zingman

Shtisel cuenta la vida de una familia haredí que vive en Mea Shearim, el más conocido de los barrios ultraortodoxos de Jerusalén. Tres figuras son las protagonistas de la historia. En primer lugar, Shulem, el patriarca de la familia, que debe adaptarse a la viudez y a la jubilación de la yeshivá donde ha pasado su vida enseñando la Torah. El representa la tradición religiosa más estricta y a lo largo de la serie será quien sostenga de forma férrea los mandatos de la religión. Shulem desea que Akiva, su hijo menor, otro de los protagonistas de la serie, se case. Pondrá todo su empeño en esto aun cuando Akiva no esté en la misma búsqueda, su gran deseo es ser pintor. Ese sin duda es uno de los conflictos principales de Shtisel. El tercer personaje cuyo conflicto atraviesa la serie es Giti, hija también de Shulem, que sufre en secreto el abandono de su marido que se ha ido a la Argentina. Un tercer hijo, Zvi Arie, intenta conciliar todas las partes.

A medida que avanza la trama surgen otros conflictos, muchas veces derivados de los mencionados arriba. Shulem no es el villano de la serie, pero sin duda tiene momentos en los que el espectador sentirá rechazo por él. La serie no carga las tintas, solo se dedica describir conflictos muy realistas, mostrando los distintos puntos de vista. Pero Shulem es respetado en la comunidad, es un excelente profesor y la serie, dentro de lo posible, le da momentos de simpatía, o si se quiere de comprensión. Shulem es duro y esconde su dolor y su fragilidad. También es egoísta y gran parte de su energía consiste en conseguir un plato de comida caliente en su mesa. Él busca mantener encaminada a su familia y cuidar también a su madre que está en el geriátrico. Ese personaje es particularmente cómico. Al tener un televisor parece más conectada con el afuera que todos los demás que están en las calles del barrio. Ella, de noventa años, es la que le dice a Shulem las cosas de frente.

También aparecen los matrimonios arreglados, los códigos de la comunidad, amores imposibles, cuentas pendientes y problemas cotidianos que no parecen trascendentes pero que le da un marco a los grandes temas recorren las dos temporadas de Shtisel. No hay conflictos de fe en la serie. No es uno de los temas. Claro que al discutir los límites del mandato religioso se discute un aspecto de la religión, pero no se pone en duda la fe. La serie es muy respetuosa de la comunidad haredí en Mea Shearim y su retrato se ve auténtico y sin excesos. En gran parte el mérito de su credibilidad está dado por un elenco de actores que nos convencen de ser reales a un nivel que nadie creería que no viven allí y son iguales a sus personajes.

Pero más allá del valor antropológico que pueda tener para los espectadores el ver la vida interna de una comunidad cerrada, lo que es notable de Shtisel es que aun en ese mundo tan estructurado y único, se puede ver a cada minuto una mirada sobre la condición humana. Shtisel está en la categoría de las series con más lucidez a la hora de abordar los problemas de las personas. Sus conflictos son simples y claros, pero a la vez son profundos y complejos. No hay nada irrelevante en la serie pero en ningún momento se vuelve pretenciosa o grandilocuente. Estas series son un alivio dentro del océano de series de alto impacto superficial que se estrenan mes a mes. Es imposible no sentirse cerca de esta gente y la empatía es absoluta, lo mismo con la emoción que aflora en varios momentos. El tono adecuado hace de Shtisel una serie completamente universal aunque de afuera parezca pertenecer a un mundo muy acotado. Ese es su encanto y su mérito.