Cuando el socio ruso de un tratante de diamantes norteamericano (Keanu Reeves) desaparece, éste viaja a Siberia en su búsqueda. Allí conoce a Katya (Ana Ularu), la propietaria de un café, quien se verá envuelta también en la intriga que pondrá en peligro la vida de ambos.
Keanu Reeves es un actor de la vieja escuela. Pocos gestos, puro carisma, estilo sobrio y siempre efectivo. Tiene en su filmografía un puñado de clásicos que ya quedaron para siempre en la historia. Hace unos años que su personaje de John Wick lo volvió a poner en el lugar que se merece. Pero no hay que confundirse, su filmografía es despareja y está llena de roles secundarios o protagónicos en películas como Siberia.
Este relato no encuentra nunca el tono, el estilo, el rumbo. Una intriga que promete acción pero la posterga hasta el final, un film de intriga con escenas insólitamente fallidas, una thriller erótico tan poco creíble como el resto de la historia. El guión avanza a los tirones, de forma errática y sin saber nunca que es lo que quiere contar. Los personajes son insólitamente incoherentes y el espectador, con ganas de ver una buena historia, imagina que en algún momento la película dará forma a todo lo que promete, pero eso nunca ocurre.
Netflix se ha vuelto el espacio ideal para poner en primer plano estos films que merecidamente no han pasado por los cines. Hay que estar atentos, porque ver películas como Siberia es perder el tiempo solo porque están en la portada del servicio de streaming. Mala imitación de otros personajes que el propio Keanu Reeves ha logrado hacer mucho mejor. No en el pasado, sino justamente ahora. Su carrera no está en decadencia, todo lo contrario, pero sigue siendo bastante despareja.