En un edificio de la ciudad de Córdoba, Ernesto (Luis Machín, agotador e insufrible) vive con siete perros. La solitaria vida cotidiana del personaje se mueve alrededor de los siete perros. Son ellos los que rigen los movimientos de Ernesto, quien lidia con la mugre y el desorden que sus mascotas provocan. Ernesto tiene, además, problemas de salud y también económicos.
Los vecinos, hartos de la situación, lo intiman a que se separe de los perros. Ernesto no quiere dejarlos y a su vez no tiene la posibilidad de afrontar una mudanza. La historia transcurre con un patetismo moroso y repetitivo, más aburrido que interesante. Pero también hay un aspecto más optimista, abriendo la posibilidad de una salida para el laberinto de Ernesto.