PEOR QUE LA PRIMERA
Uno de los grandes males de la historia del cine argentino es su confusión entre el humor televisivo y el cinematográfico. Los personajes que han hecho reír a las personas en un medio, siempre pueden ser trasladados a otro como si nada. Independientemente de si a uno le gusta lo que hacen en televisión, las características del cine son muy diferentes, y se nota. Socios por accidente 2 es una secuela de una exitosa buddy movie nacional estrenada el año pasado. Como en las más clásicas versiones del género, el tonto y el listo, el pusilánime y el fuerte forman una pareja despareja que vive una aventura que los termina uniendo. Si ya la primera película era pobre, la segunda es muy inferior. Había, en el primer film muchas limitaciones, pero también una intención de hacer algo mejor al promedio del mal cine de vacaciones de invierno nacional. Matías (José María Listorti), traductor de ruso, debe ser el traductor oficial de la visita del primer ministro ruso qué parece más bien un concejal de un barrio perdido, a juzgar por el entorno que lo rodea- y Rody (Pedro Alfonso) seguirá cerca, lo que desde la primera escena ya se sabe los meterá en otra aventura. Nadie juzga las intenciones de producto ligero y efímero destinado a una época del año. Lo que se juzga es el resultado. Los directores (capaces de hacer films más interesantes que este, como ya lo han demostrado) tienen frente a ellos un guión imposible, sin ideas interesantes, y filman a los actores sin demasiadas ganas tampoco. Los gags carecen de todo tipo de timing y las actuaciones son especialmente fuera de tono. Sin la improvisación televisiva a mano, el trabajo actoral consiste en posar frente a la cámara para hacer la versión degradas de chistes prehistóricos. Hay films imperfectos que a fuerza de puro encanto se vuelven interesantes, pero no es el caso de Socios por accidente 2, que no cumple ni como entretenimiento, ni como film de acción, ni como comedia tampoco. Hace un cine ligero y efímero es mucho más difícil de lo que algunos creen. La colocación de productos y canjes en cámara son tan forzados que hasta parece que no les importara que se note su presencia absurda.