Solo una noche de juegos (Spieleabend, Alemania, 2024) es una película francamente mala. Sirve, cómo mucho, para demostrar que se hace mal cine en todo el mundo y que, incluso Alemania, puede llenar el catálogo de Netflix con este contenido sin identidad o interés. Una máquina de hacernos perder el tiempo, pero peor aún, un formato en el cual Netflix ha conseguido que todos los países hagan las mismas películas tibias en cualquier país del mundo. Alemania siempre ha tenido un cine comercial de baja calidad y muchos de sus éxitos de taquilla son verdaderamente horribles, pero esto es otra cosa. Estas películas no son esos bodrios berretas difíciles de ver, estos son productos que sirven como fondo de pantalla del streaming mientras ponemos la mesa y nos sentamos a comer. Si alguien se tiene que levantar para hacer algo, jamás pedirá que pausen la película, al contrario, se sentirá cómodo de perderse minutos sin que esto lo inquiete en lo más mínimo.
Jan (Dennis Mojen) es un joven que por primera vez va a conocer a los amigos de su nueva novia Pia (Janina Uhse) en una noche de juegos, una costumbre del grupo. El grupo pertenece a un barrio de clase alta, lo que le genera una incomodidad al humilde Jan. Queriendo causar una buena impresión, él buscará esforzarse para no ser excluido y obtener la aprobación de esos amigos a los que Pia llama su familia. Las cosas, por supuesto, serán mucho más complicadas de lo que parece en un inicio. La famosa premisa del nuevo en un grupo del que no entiende los códigos ha dado muchos pasos de comedia efectivos y también varias películas de suspenso y misterio. Los enredos que el guión plantea no son originales, pero además están ejecutados de manera artificial, como si tuvieran que hacer un esfuerzo para hacer avanzar la historia.
Tiene varios momentos teatrales, donde los personajes se gritan cosas horribles mutuamente y hacen una catarsis que les hace bien a ellos y mal a los espectadores. Pero todas las peores escenas están, como es lógico, en la segunda parte de la película. Los noventa y dos minutos que dura Solo una noche de juegos le quedan grandes, pero si su objetivo era ser contenido y no cine, a Netflix le cierra la ecuación. El espectador debería evitarla.