Hirokazu Koreeda es uno de los directores japoneses más prestigiosos del cine contemporáneo. Una filmografía de títulos importantes lo respalda. After Life (1998), Nadie sabe (2004), Still Walking (2008), De tal padre, tal hijo (2013), Nuestra hermana menor (2015). Su cine rompe las barreras que lamentablemente existen entre los países del mundo y que nos hacen creer que, por ejemplo, Japón no es una de las cinematografías que más cine produce.
En este nuevo título aparecen esos personajes marginales, que viven en sociedad pero al mismo tiempo parecen absolutamente aislados de todo, creando su propio mundo de reglas. Donde la sordidez y lo siniestro aparecen, los personajes de Hirokazu Koreeda muestran un corazón enorme y una humanidad que llega hasta el heroísmo. No son héroes, no son perfectos, tienen contradicciones, temores, miserias, pero también esos gestos parecen romper la indiferencia de una sociedad salvaje. El tono agridulce del film capta también la ambigüedad de sus personajes.
La familia protagonista sobrevive a duras penas, con dinero de la abuela (la legendaria Kirin Kiki, fallecida en el 2018) y robando cosas de los negocios, desde comida hasta cañas de pescar. Aunque roban, no son violentos ni le roban a las personas, tan solo se llevan algunos objetos. Claro que son delincuentes por ello, aun cuando la ternura que inspiren sea total. En la misma línea cometerán su acto más criminal al mismo tiempo que el más noble. Descubren en una noche fría a una niña a la que llevan a su casa para darle de comer. Cuando quieren devolverla descubren que la niña sufre violencia por parte de su padre. Una vez más, en esta idea de reglas morales propias, deciden quedarse con la niña para protegerla, pero al hacerlo se convierten en secuestradores.
No hay que explicar cuán emocionante es la película por momentos, aun cuando se trate del mejor film de Hirokazu Koreeda y haya algunos subrayados algo innecesarios para un cineasta de este nivel. Lo más destacable es que pueda entender a sus personajes y, como ellos, crear un mundo de reglas e ideas más allá de lo que la sociedad diga que debe ser.