Documental que sigue a José Martínez Suárez, el director de cine, cinéfilo de toda la vida, quién fue asistente de dirección de directores emblemáticos del cine argentino, realizó una serie de clásicos del cine nacional, formó a cientos de directores y llegó finalmente a dirigir el Festival de cine de Mar del Plata. Además de todo esto, Martínez Suárez es mejor conocido a nivel masivo por sus hermanas Mirtha y Silvia Legrand, ambas actrices de cine, aunque sólo Silvia finalmente adquirió la condición de estrella no solo de cine, sino también después de televisión.
Con la conocida buena predisposición de Martínez Suárez para charlar y compartir sus conocimientos, la película tiene mucho material y este está montado y ordenado de manera impecable. Un recorrido por sus películas mucho más preciso y exhaustivo de lo que suele verse en los documentales nacionales. El crack (1960), Dar la cara (1962), Los muchachos de antes no usaban arsénico (1975), Los chantas (1975) y Noches sin lunas ni soles (1984) aparecen analizadas, en buenas copias, presentes para que se pueda ver cómo es realmente su cine.
“Yo ante todo soy espectador de cine” dice Martínez Suárez, mostrando genuino amor por todo lo relacionado con las películas. La figura del realizador de Martínez Suárez está aprovechada al máximo. Las realizadoras del film, Betina Casanova y Mariana Scarone tienen la inteligencia de dejar jugar y hacer. Más allá de que el mérito es de las directoras, su protagonista y sus entrevistados son un lujo. Fuera del mundo del cine tal vez todos ellos sean desconocidos, salvo Martínez Suárez y este lo es, en parte, por la fama de su hermana Mirtha, pero son todos amantes del cine, verdaderos defensores del cine argentino, no solo en la realización, sino también en el estudio y la conservación de nuestro cine.
Ojalá el cine argentino tuviera más documentales como este para recorrer su historia y mantener viva la figura de los que ayudar a construirlo. Pero no hay que terminar una crítica con un reclamo cuando lo que sí se ha hecho acá es excelente. La alegría de José Martínez Suárez respira en cada segundo de esta película, porque como él, está hecha de cine.