EL HOMBRE DEL ALTILLO
“Fui un insensato -dijo- en no haberme arrancando el corazón el día que juré vengarme”
Alexandre Dumas, El conde de Montecristo
Muchas veces, las ideas y los sentimientos llevan a los seres humanos a realizar actos incomprensibles para terceros, aunque absolutamente lógicos para sus propias estructuras de pensamiento. Cuando esa lógica individual entra en contradicción con la moral y las reglas de la sociedad, y es condenada por otros seres humanos por verse afectados por ella, las leyes entonces tienen la obligación de juzgarlos. De esta forma esos seres dan cuenta frente a terceros de las consecuencias de sus actos, tal como lo hacemos todos, por otra parte. Ahora bien, muchas veces ocurre que dichos actos o ideas, que en una época determinada fueron considerados como locuras o crímenes, luego con la debida distancia del tiempo, la Historia termina por demostrar que el espíritu que en verdad los animaba era demasiado adelantado a su tiempo. Entonces, la condena social cae y se erigen como hitos revolucionarios.
Sweeney Todd, como toda la filmografía de Tim Burton, reflexiona acerca de esta clase de individuos diferentes. Estas criaturas marginadas de la sociedad son las que habitan en sus films desde sus primeros cortometrajes (Vincent, Frankenweenie). Pero en lugar de convertirlos en personajes de films testimoniales, Burton encontró en el imaginario del cine de terror el espacio metafórico ideal para desplegar sus historias. Sin embargo, en comparación con lo que hoy se conoce como cine de terror, Burton es un fino director de melodramas góticos, con mucho humor, gran ternura y melancolía. Sus films, aunque a veces un tanto sangrientos, como en este caso, están más cerca de la mirada de directores clásicos, como Tod Browning (Drácula, Freaks) y James Whale (La novia de Frankenstein, El hombre invisible), que del chocante universo gore del terror actual. La sangre es pura metáfora de género en su cine. La sangre es la vida, como bien dice Bela Lugosi en su interpretación de Drácula, más tarde homenajeado por Burton en Ed Wood. Los protagonistas de la mayoría de sus films suelen ser visionarios, distintos, con habilidades raras o miradas innovadoras. En ese sentido se asemejan a los personajes de Orson Welles; no por nada Charles Forster Kane, en El ciudadano, habitaba un cuarto en las alturas, por encima del mundo, tal cual lo hacen los personajes de Burton. En Sweeney Todd vuelve a ser un piso superior, un altillo, el espacio en donde se desenvuelve el personaje del barbero y desde donde comete sus crímenes. Desde allí arriba contempla a una sociedad a la que no podrá jamás integrarse, aunque en esta ocasión el altillo posee una puerta que conduce directo al infierno. Mientras que algunos seres de Burton son bondadosos como Edward, en El joven manos de tijera o Ed Wood, y otros son ambiguos, como Batman; también hay un espacio para los eternos condenados, criaturas que llevan grabada su desgracia en la frente. Benjamín Barker/Sweeney Todd es un personaje que representa el lado más oscuro y melodramático de la galería de criaturas burtonianas. Burton entiende que la ceguera de la venganza lo arrastrará consigo cuando ésta sea ejecutada, y a mitad de camino de la misma sus motivaciones serán casi tan perversas como las que decidió vengar. El film no hace más que corroborar la máxima pesimista de todo su cine, aquella por la cual no hay integración posible en tanto no haya una sociedad dispuesta a entender a estos seres diferentes. Si bien en algunas comedias, como Bettlejuice o Charlie y la fábrica de chocolate, la integración se concretaba, era más la integración de un grupo de personas al universo del marginado que el marginado integrado a toda una sociedad. Tal vez engañados por las canciones, los espectadores podemos darle una mirada incorrecta a este film en sus primeros minutos, sospechándole una superficialidad que no posee. Y aunque no es la clase de musical que uno le adjudicaría a Burton me refiero a la música, no a la historia, lo cierto es que el realizador toma las riendas del relato para llegar a un clímax inolvidable, que cumple con todas las expectativas que su carrera previa nos permite crear antes del comienzo del film. El arte de Tim Burton, un adelantado a la industria en la que trabaja, consiste en conseguir que todos sus films transmitan una mirada única, reconocible y coherente, explorando siempre los mismos temas, profundizando cada vez más acerca de sus obsesiones y los universos en los que viven sus creaciones. Sweeney Todd es la más siniestra y oscura de sus películas y otro paso más en su retrato de seres incapaces de vivir bajo las reglas. No es sólo el cuento de un asesino ni el de un vengador, es la historia de alguien que habita al margen de la sociedad, aislado en su altillo, tratando de protegerse del mal que acecha en todas partes. Lo que Sweeney Todd no sabe es que no hay lugar en donde refugiarse de la tragedia inherente a la existencia misma.