Todo héroe de acción se merece protagonizar una película de venganza. Es un género cuya efectividad es alta y sus tramas permiten hacer catarsis con todas las injusticias del mundo. En este caso el protagonista es Jason Momoa, famoso por trabajar en Game of Thrones y ser el actual Aquaman. Si bien no puede pasar desapercibido, logra acercarse y comenzar un cacería con ribetes inesperados. La conspiración siempre es mayor, así como también lo es el guión de esta película.
La catástrofe viene en la última media hora, cuando un guionista alocado decide dar un giro a la trama y sorprender a los espectadores con algo que lo cambia todo. No diremos que es, tan solo que es el momento de apagar e irse a hacer otra cosa. La vuelta de tuerca es lamentable, pero peor es que la película siga. Esa clase de revelaciones no pueden estar muy lejos del final, el impacto tiene que ser definitivo y sin tiempo para el enojo. Bueno, por las demagogias del empoderamiento femenino la película busca ser original y solo consigue deshacer por completo todo lo construido.
Cualquier idea sobre el mundo que la película hubiera querido expresar queda anulada y cualquier intento de seguir la trama se muere en ese momento. No es una sorpresa, es una estafa y las ganas de seguir viendo se reducen a cero. Muy lindo todo, que graciosos son, ya no cuenten conmigo.