Tenet es una película de espionaje. El protagonista (John David Washington) una importante misión: evitar una nueva amenaza que se cierne sobre el mundo y que es mucho más peligrosa que la tercera guerra mundial. Hay una palabra clave que es la que abre todas las puertas: Tenet. Christopher Nolan está todo tiempo paseando por las cercanías del cine de James Bond. Fascinado con su iconografía, Nolan remite una y otra vez a esos films. Esto se notaba especialmente en El origen y ahora en Tenet. Y sí, hay un villano que podría ser de un film de Bond. Sator (Kenneth Branagh) parece salido de aquellos films de espionaje y tiene el poder de terminar con el mundo, como suele ocurrir con estos personajes. La esposa de Sator, Kat (Elizabeth Debicki) es también una víctima y una posible asociada del protagonista. La bella mujer también podría funcionar perfecto en un film de James Bond de la vieja escuela.
Y podría haber sido una ambiciosa y sorprendente película de James Bond, con una trama vinculada con la manipulación del tiempo. Con una villano que tiene el arma más poderosa y original, capaz de alterar el destino de la humanidad. La clave está en la inversión temporal: el tiempo puede correr hacia atrás, algunos objetos específicos y personas que haya hecho un proceso con tal fin. El conflicto está cuando aquellos que van en una dirección temporal se cruzan con aquellos que van en la dirección tradicional. Las más delirantes escenas ocurren cuando ambas líneas se cruzan. El resultado es sorprendente y espectacular en un inicio, y decepcionante después.
Un par de días después de ver Tenet, vi el documental What She Said: The Art of Pauline Kael (2018). En ese momento pensé en que me hubiera gustado mucho leer una crítica de Pauline Kael sobre el film Christopher Nolan. También vino a mi memoria algún texto de Andrew Sarris sobre Stanley Kubrick. Ambas personalidades extraordinarias de la crítica tuvieron la lucidez de no comprar los film más pomposos y ridículos de directores que todos consideraban genios. Ah, sí, se pueden multiplicar las interpretaciones, las lecturas más absurdas y las teorías más sofisticadas. El propio Nolan podrá explicarlo todo. Ya muchos aconsejan que hay que ver la película dos veces. Pero retomar la visión de esta película también puede producir un efecto inesperado: volverse cómica por lo ridícula. Hay trucos que si uno los observa con demasiado detenimiento y logra ver todos los hilos, pierden todo su encanto.
Nolan usa dos herramientas intimidantes en esta película: La solemnidad y la confusión. Mientras el espectador lucha contra ambas, deja pasar las limitaciones que tiene Tenet. Por más cariño que uno sienta por Kenneth Branagh, en esta película está tan mal que sorprende. Su actuación tiene malos momentos y dos o tres que son peores. No sé qué quiso hacer Nolan al dirigirlo hacia una sobreactuación que pasa del grito a la constipación sin escalas. Para peor, todas las escenas con su mujer están tan mal ejecutadas que uno imaginaría que las hizo otro director. Tanto esfuerzo para terminar con trucos de guión mediocres y situaciones tontas en la manera en la que son contadas.
Y las escenas de acción son por lo menos dudosas. Sí, todo es más inverosímil que en un film de Bond, pero sin la menor pizca de humor. La escena de la autopista no tiene ningún sentido, además de haber sido –en sus mejores momentos- robada de la serie de films de Matrix. Pero el encierro entre camiones podría pasar, sin problemas, a la historia como uno de los momentos más forzados de la historia del cine de acción. Quien no me cree, que vea la película y justifique ese momento. Cualquier escena de los últimos cuatro films Rápido y furioso resuelve mejor un momento de acción en movimiento, con humor y de forma entretenida.
A Christopher Nolan los han sabido contener los recursos de género y los personajes fuertes. Detrás de Batman no se llegaba a sufrir tanto con estas cosas y el heroísmo genuino y con sentido de Dunkirk funcionaba por los personajes y la historia que lo respaldaba. Además, sinceramente, eran películas mejor filmadas y mucho más divertidas. A veces un director es motivo de debate y divide aguas, los argumentos a favor y en contra se basan en los mismos elementos pero con un balance a favor o en contra. Los defectos que los detractores de Nolan suelen mencionar aquí realmente aparecen. La pretenciosidad del director ya no deja lugar a dudas. Y no necesito ver varias veces Tenet para que me haga reír con su deseo de imponerse a sí misma como obra maestra. El exceso de Nolan ya no resulta tan efectivo, su música pavloviana que anuncia que todo es definitivo e importante ya no surge el mismo efecto. Tenet, a diferencia de James Bond o las películas de Misión: Imposible, tiene un problema sin solución y es que no está hecha para ser disfrutada, sino para ser interpretada. Pista tras pista, guiño tras guiño, la película es un trabajo, un largo concierto autocomplaciente que pretende nuestro aplauso al final. No cuenten conmigo.