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The Cider House Rules

De: Lasse Hallström

The Cider House Rules (en Argentina se estrenó con el título de Las reglas de la vidaes un film de narración bien clásica, basada en el libro de John Irving y con guión de él mismo. El relato, con claras referencias al universo del escritor Charles Dickens es mucho más emocionante de lo que aparenta. Su estreno pasó casi desapercibido, sin duda la película merecía mayor atención. Detrás de la historia de Homer Wells y del orfanato de St. Clouds donde se crió, encontramos un relato muy bien pensado y en el que nada es forzado ni gratuito. La quinta película de las nominadas al Oscar llegó a los premios de forma inesperada y resulta ser la gran tapada de la temporada. El director es clásico en la forma del relato y su estructura, su osadía pasa por la audaz ideología contraria al lugar común de los premios de la Academia.

La acción transcurre en el año 1943 en las afueras de Maine. En el orfanato de St. Clouds el doctor Wilbur Larch (Michael Caine) se encarga de cuidar a los niños, atiende los partos de las pacientes que dejan allí a sus hijos y practica abortos a quienes no desean tenerlos. El no obliga a las mujeres a decidir: ellas mismas lo hacen. Y en ese modo de actuar podemos apreciar una de las líneas que atraviesan la película. Las reglas que guían a la sociedad no se aplican en el hospital, ni en las plantaciones, ni en el amor. Allí, cada uno vive como cree que es correcto y como puede. Los personajes se enamoran o se unen con las personas que tienen cerca. No hay pasiones desatadas ni violentas. Por eso está muy justificada la escena en la que Homer a ver Cumbres borrascosas y no la entiende. El es fanático de King Kong (que a su vez es la única película que vio, y no por iniciativa propia) porque allí las cosas tienen su lógica, por personajes actúan en determinada dirección. Pero es interesante que a Cumbres borrascosas se le oponga este film y no otro, ya que King Kong es también una película romántica. Si bien cada individuo vive de acuerdo a las cartas que le tocaron sin poder elegir, encuentra la manera de ser “El héroe de su propia vida” sin ningún alarde. Que las mujeres que concurren a la clínica puedan abortar (algo ilegal en esa época en Estados Unidos) revela el valor que el director le otorga a la libertad de elección en sus aristas más polémicas. Lasse Hallström hace un curioso recorrido. Si bien, por un lado, postula la inexistencia del amor apasionado como una fuerza que atraviesa el tiempo y la distancia, por el otro propone una mirada mucho más emocionante y humana sobre él, al demostrar que el amor es una elección consciente basada en las convicciones y en las ideas de la gente. Lo que está diciendo es que, en cada una de las decisiones que toman, las personas son artífices de su propio destino. En ese sentido, la película es una defensa furibunda de la libertad del ser humano en todas sus formas: decidiendo sobre su propio cuerpo y su propia vida. No es extraño que Homer considere al personaje del doctor Wilbur Larch como un verdadero  maestro. Larch no solo defiende el derecho de las mujeres a elegir tener o no tener hijos sino que además es agnóstico (el cristianismo se opone a la libertad de decidir sobre el propio cuerpo, ya sea en el caso del aborto como en el del suicidio) y tampoco cree en la obligación de defender a la patria en la guerra. Larch expresa la ideología de la película y a través de él también pueden leerse las ideas del director.

Además todos estos temas no están expuestos de manera fría y analítica, ni tampoco a través de diálogos. The Cider House Rules los presenta a partir de las acciones y situaciones en las que los personajes se ven enfrentados a importantes momentos de decisión. De esta manera la película logra ser, además de buena, muy emotiva. Los momentos retóricos, como los diálogos por correspondencia, logran, mediante un inteligente trabajo de elipsis, en un festejo del género epistolar, algo fuera de moda que le sirve a Halström para resaltar el tono de cuento que la película tiene. The Cider House Rules poco a poco va cobrando más vuelo y transmitiendo emoción. Cuando el círculo se cierra (y se repetirá de nuevo, con alguno de los niños), no llorar es un privilegio de los espectadores menos demostrativos. Y la película se resume en ese hermoso saludo de buenas noches donde cada uno de los huérfanos (cada persona) es alguien especial. Buenas noches, príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra. 

 

(Esta nota fue publicada originalmente en el número 97 de la revista El Amante/Cine, Buenos Aires, Abril del 2000)