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The Crown. Temporada 4.

De: Peter Morgan

The Crown es una serie producida por Left Bank Pictures y Sony Pictures para Netflix. Su primera temporada se estrenó en el año 2016 y a fines del 2020 la serie sumó diez capítulos más para sumar actualmente cuarenta capítulos en cuatro temporadas. El creador de la serie y responsable de los guiones es Peter Morgan, autor teatral y guionista de cine y televisión. The Crown cubre las décadas del reinado de Elizabeth II, Reina de Gran Bretaña. La temporada inicial se inicia unos años antes de su coronación, cuando ella se casa con Philip, el Duque de Edimburgo. Las siguientes temporadas van cubriendo la vida privada y pública de Elizabeth II y la familia real, así como los acontecimientos políticos y sociales más significativos vinculados con la Corona Británica.

Esta cuarta temporada abarca de 1977 a 1990, teniendo como elementos destacables el mandato de Margaret Thatcher como primera ministra y el matrimonio de Lady Diana Spencer con el Príncipe Charles. Pasan muchas otras cosas, por supuesto, y también, por suerte hay flashbacks, para poder ver una vez más a la gran Claire Foy interpretado nuevamente a la Reina en su juventud. No ha sido fácil adaptarse a los cambios actorales de la temporada 3, pero es comprensible que hayan ocurrido. Aun así, hay cambios en esta temporada 4 que van mucho más allá del casting.

La serie sigue teniendo la reconstrucción de época asombrosa que fue uno de sus mayores encantos desde el inicio de la serie. Simplemente la historia aparece frente a nosotros con absoluta naturalidad. Las licencias poéticas, por otro lado, siguen siendo muchas, aunque en este caso tal vez sean mucho más fáciles de identificar. La mirada crítica sobre la realeza, algo que también es uno de los puntos importantes de la serie, ha perdido algo de su equilibrio inicial. Un espectador que ve cuarenta capítulos de una serie sobre la realeza, sin duda siente interés, incluso fascinación por esas vidas. Nadie que odia a la familia real británica y en particular a la Reina Elizabeth II ve una serie como esta. El amor y el respeto por su majestad que la serie muestra es lo más importante a la hora de conectar con la historia.

Pero en la cuarta temporada algo se rompe. De las cuatro temporadas esta es la que más maltrata a los personajes. Aunque las acusaciones políticas son menos pesadas que los capítulos previos, el desprecio por los personajes aumenta y la ideología y la agenda del año 2020 se impone por encima de la lógica que la serie traía hasta el momento. Dos personajes generan, además, un desastre en la ecuanimidad del relato de Peter Morgan. Margaret Thatcher es el primer caso donde un primer ministro es cuestionado sistemáticamente en la serie. Aunque se busca mostrar su lado humano y se le reconoce honestidad, la serie baja línea una y otra vez. Y le dedica un espacio que muestra que ya no tienen tantas cosas para contar en esta temporada. La interpretación de Gillian Anderson, además, busca mimetizarse con el personaje y solo llama la atención sobre su trabajo, arruinando la perfección de casi todo el elenco de la serie.

Pero el problema principal es Lady Di. Sabiendo de su popularidad y su vínculo con los espectadores, la serie tuerce la lógica de la historia y le otorga un sinfín de escenas que desarman los habitualmente apasionantes episodios. La manera brillante en la que la serie entraba y salía de diferentes historias acá se empantana, se alarga, se repite y se vuelve obvia. La actriz que la interpreta, Emma Corrin, solo busca parecerse, pero no genera nada con su actuación. La obviedad se impone en este personaje. Para completar la manipulación, Camilla Parker Bowles (Emerald Fennell) es retrata de forma torpe, esquiva, buscando que nadie se identifique con ella.

Cuando uno recuerda que Peter Morgan fue capaz de escribir The Queen (2006) y las tres grandes temporadas iniciales de esta serie, sorprende el cambio de timón y el cansancio que se ve en esta serie. Morgan también escribió The Audience, una obra donde el personaje de la Reina tenía encuentros con diferentes figuras de la historia de su reinado. Esta obra, y la película mencionada, son las máximas influencias de la serie.

Aun así hay varios momentos interesantes, todavía queda algo del sentido del humor y los paisajes de Gran Bretaña siguen deslumbrando. El Duque de Edimburgo queda desperdiciado como personaje, la princesa Margaret tiene mucho para mostrar y sí es aprovechada un poco más. Allí, una vez más, las licencias poéticas son utilizadas para exagerar el costado negativo de cada uno de los personajes. Quedará, como un recuerdo divertido, el episodio del intruso en el Palacio de Buckingham. Ahora habrá que esperar la quinta y tal vez la sexta temporada de la serie donde, dicho sea de paso, volverán a cambiar los actores principales.