Peliculas

The Irishman

De: Martin Scorsese

El plano inicial de The Irishman nos sumerge en el mundo estético de Martin Scorsese. Un plano secuencia donde la cámara recorre un hospital geriátrico hasta encontrar al protagonista de la historia, Frank Sheeran, mientras se escucha una canción al estilo del director. Si en Buenos muchachos el plano de la entrada del protagonista al Copacabana definía el tono y los temas de la película, acá también lo hace en muchos aspectos. Con sus virtudes y sus defectos, en The Irishman Martin Scorsese parece despedirse de un género y de un grupo de actores que formaron parte fundamental de su cine.

The Irishman cuenta la vida de Frank Sheeran (Robert De Niro), un asesino a sueldo, veterano de guerra, que formó parte de la familia criminal Bufalino y se convirtió en amigo y guardaespaldas del sindicalista Jimmy Hoffa. Una película ambiciosa que atraviesa varias décadas de la historia norteamericana al mismo tiempo que narra la vida personal de Sheeran, su familia, amigos y su entorno criminal. Largos flashbacks construyen la vida este personaje que en muchos aspectos, y de forma poco usual para el director, termina siendo una reflexión del propio Scorsese en esta etapa de su carrera.

La criminalidad ha sido parte importante del cine de Scorsese. Desde Calles salvajes cambió el género, lo redefinió y se convirtió en modelo para la siguiente generación de cineastas. Su influencia llega hasta la actualidad y abarca no solo al cine norteamericano, sino también al del resto de los continentes. Aunque la filmografía de Scorsese tuvo diferentes films, Calles salvajes, Buenos muchachos, Casino y ahora The Irishman tienen el centro a la criminalidad. En otro estilo también se suman The Departed y Gangs of New York. Su mirada de los gángsters, vinculados con su propia experiencia, acompañó con cierta ambigüedad la mirada entre crítica y fascinada sobre estos personajes. Los cuatro films muestran diferentes etapas de la propia carrera del director. Es lógico que quisiera a Robert De Niro también para The Irishman, aunque en Buenos muchachos ya se había dado cuenta que necesitaba un actor más joven como protagonista. Por más buenos resultados que le haya dado Leonardo Di Caprio en varios títulos, siempre será De Niro el actor que mejor represente a Martin Scorsese. Empezaron juntos, alcanzaron su esplendor juntos, maduraron juntos y envejecieron juntos. Aun teniendo un gran carrera por separado, unidos han dejado un legado descomunal.

The Irishman tiene una ambición que no es lo más común en Scorsese. Sus historias están centradas en su protagonista más que en la historia con mayúsculas como ocurre aquí. No es tampoco sorprende que acá sume, por primera vez, a Al Pacino, un gigante contemporáneo a Scorsese y De Niro y un rostro asociado al cine de gángsters como pocos por haber sido el gran protagonista de la trilogía de El padrino. No sólo narra la historia norteamericana, también la del cine de gángsters. Pacino interpreta nada menos que a Hoffa, uno de los grandes mitos americanos del siglo XX, un personaje clave en la historia americana, un sindicalista con un estrecho vínculo con la mafia. Esto le abre la puerta para hablar también de los Kennedy, siempre desde la mirada de los criminales, en un punto de vista menos abordado por el cine de Hollywood.

Sin embargo lo mejor y lo peor de The Irishman está vinculado con sus actores y con la necesidad de Martin Scorsese de tener a Robert De Niro de protagonista. Tanto él  como Joe Pesci, como Al Pacino, se vieron sometidos a un rejuvenecimiento vía efectos especiales para poder dar con las edades de sus personajes. Vayamos por partes. Desde hace más de una década el cine actual está probando suerte con alterar o directamente crear caras de actores para dar con una cierta edad o para volver a traerlos a la vida. Desde X-Men: Last Stand (2006) a Rogue One (2016) ya hay más de una docena de películas que ha utilizado este recurso. Las opciones son que se utilice el recurso en tomas breves que no permitan al espectador terminar de leer la situación o que estén dentro de un marco de efectos especiales generalizados que le quite peso al realismo. Terminator: Dark Fate arrancó este 2019 con una escena completa con tres personajes digitales. Nuevamente, escenas breves, tomas sin demasiada información, número limitado de emociones en los rostros. Ya vimos los desastres ocurridos por no conseguir que la tecnología esté a la altura de las ambiciones. Pero The Irishman va más allá. El protagonista pasa gran parte de la trama bajo este efecto. Otros actores también. Y son actores muy conocidos en escenas donde lo actoral es fundamental. ¿Se imaginan a Marlon Brando en El padrino II rejuvenecido? No solo no funcionaría, también le hubiera quitado a De Niro la posibilidad de su primer Oscar y el lanzamiento de su carrera. No todo es negativo, uno imagina que a Alfred Hitchcock una tecnología así le hubiera parecido genial y la hubiera usado para siempre. No es una discusión sobre la elección, sino sobre el resultado. El resultado podrá parecernos relevante o no, pero no hay manera de decir que quedó bien. No quedó bien y punto. De Niro tiene escenas en las que parece un videojuego. Muchas escenas a decir verdad. Y a pesar de todo termina dando algunos buenos momentos. Mejor suerte tienen Al Pacino y Joe Pesci, aunque esté último parece salido de un film de fantasía por momentos. Ambos están brillantes y Pesci está más inquietante y abrumador que nunca. Su sobriedad es absoluta. Pacino hace un show que le queda muy bien. El actor fetiche de Scorsese, De Niro, es quien queda un paso atrás. Simplemente una pregunta: ¿Alguien puede saber a ciencia cierta qué edad tienen los tres a lo largo de la trama? La confusión es grande, aunque en eso no hay tanto problema como el hecho de que pierdan expresividad.

Volviendo a Hitchcock. Cuando fracasó Vértigo el realizador culpó a la edad de James Stewart. Nunca más volvieron a trabajar juntos. Luego de Intriga internacional cerró su vínculo con Cary Grant. ¿No creen que Hitchcock hubiera usado este recurso? Posiblemente, pero su visión de lo que era la actuación en cine es muy distinta a la de Scorsese. O pensemos en John Ford, que cuando hizo su gran despedida del western The Man Who Shot Liberty Valance puso a dos actores de más de cincuenta años a interpretar a dos jóvenes. La gente lo notaba, pero es mejor una convención que tener que perder la verdadera cara de los actores. Las tres películas mencionadas en este párrafo son obras cumbres de la historia del cine. Un último guiño cinéfilo con respecto a la edad y a las despedidas es cuando al arrestar a Russell Bufalino se ve en la cartelera del cine que están dando The Shootist (1976) la gloriosa obra maestra con la que John Wayne se despidió de la historia del cine. Scorsese es un enorme admirador de Wayne.

Scorsese se había resignado a cambiar a sus actores por otros. Pero acá los quería tener, no hay duda. Por eso también está Harvey Keitel. Si es por interés comercial o por genuino amor por ellos no lo podemos saber. A juzgar por el resultado es ambiguo lo que puede sentir un espectador. Pero no discutamos la decisión como algo negativo, imaginemos que Scorsese se quería despedir de ellos, de hecho Joe Pesci salió del retiro para hacer este film, y los quería juntar, como el adiós no solo a ellos y a un género, sino también que el lugar que todos ocuparon en la historia del cine. En ese aspecto hay una escena clave: la enfermera habla con Sheeran y este le menciona a Jimmy Hoffa. La enfermera no lo conoce. Esto hace unos años era absurdo en la cultura americana. Pero Scorsese se da cuenta que pronto todos serán olvidados. Los más poderosos, los más famosos, sean políticos, sindicalistas, actores o directores. El director se enfrenta a su propia finitud, anuncia que es posible que nadie sepa ni que existieron.

La pregunta que se hace entonces el director, mediante el guionista Steven Zaillian, es acerca de la clase de vida que ha llevado. Son criminales, está claro que no son buena gente, pero están dentro del género, por lo cual una vez aceptado eso solo queda saber si su propio entorno los acepta o no. Y acá hay dos figuras claves que son Robert De Niro y Peggy (Anna Paquin) la hija de Sheeran. De Niro hizo mucho cine de gángsters pero cuando le tocó dirigir eligió A Bronx Tale (1993) un cuento moral que era implacable con la figura de los mafiosos. De Niro dejó en claro su opinión sobre esa clase de personajes que interpretó en el cine tantas veces. Acá De Niro es productor y se nota que le preocupa más la mirada de la hija del protagonista, Peggy, que la trascendencia o el poder. Cuando nada queda, cuando todo ha pasado, Sheeran se da cuenta que la ambición de cuidar a sus hijas ha fracasado. Ellas lo desprecian, le temen, Peggy en particular lo ha observador en silencio durante toda su vida. La redención no llega para Sheeran, no importa cuanta veces se confiese. Su hija lo ha juzgado y no lo ha perdonado.

The Irishman es despareja, no tiene la brillantez total de Buenos muchachos y tiene los problemas mencionados. Pero aun así tiene muchos buenos momentos y el deseo de juntar a un grupo de gigantes para darles una despedida. Ya pasó la época para todos ellos y la nueva generación tal vez no los recuerda o los juzga negativamente. Es un melancólico adiós porque sabemos que acá termina una historia. Si quieren verlos a todos juntos es ahora, luego habrá que buscarlos en la historia del cine.