The Party empieza con un plano detalle de una aldaba. La puerta se abre y una mujer desencajada con un arma en la mano apunta a cámara. Esa cámara podría ser la ruptura de la cuarta pared o la subjetiva de un personaje. Luego vienen los títulos y la acción principal del film que obviamente son los eventos previos a ese comienzo y desenlace. La mujer que abrió la puerta es Janet (Kristin Scott Thomas) quien acaba de ser nombrada ministra del Gobierno inglés. Con ese motivo varios amigos se reúnen en su casa para festejar. Siete personajes en busca conflictos remanidos y lugares comunes de ese subgénero insufrible al que podríamos llamar películas que parecen una parodia de lugares comunes de mal teatro. Sí, es un nombre muy largo, pero no tan largo como tener que atravesar los eternos setenta y un minutos que dura la nueva película escrita y dirigida por Sally Potter.
Cada personaje tiene una personalidad marcada y exagerada. Como no hay forma de que la película encuentre en el lenguaje del cine sus ideas, no queda otra que cada personaje hable y repita una y otra vez lo que piensa, de donde viene, que le molesta y que está sintiendo. Si la película dura un poco más de una hora es porque todo se repite varias veces, a fin de guiar al espectador, subestimando su inteligencia y su capacidad de pensar algo de forma independiente. Si acaso el cine es el arte de manipular las emociones, la falta de ideas visuales solo puede ser reemplazada por la insistencia de guión. No se manipula con el lenguaje, se taladra con los clichés.
El tono de comedia negra y drama que la película busca recuerda los peores intentos de Woody Allen por imitar las peores versiones del cine de Ingmar Bergman. Pero a diferencia de estos dos cineastas, esta película no puede evitar la peor de las tentaciones: la vuelta de tuerca. Luego de machacar con su discurso misántropo y explotar las miserias humanas, la película elige desembocar en su final ingenioso, justamente para demostrar que no hay nada menos inteligente que tapar la ausencia de profundidad con una fanfarronada ingeniosa.
Esta idea tan pequeña de creer que subrayar las miserias humanas es la manera de entender a las personas, este concepto tan ramplón de buscar en ello el arte y la seriedad, son las cosas que convierten a productos como The Party en la peor clase de cine. Si su objetivo es amargar al espectador y generarle algo de angustia, lo logra, a cualquiera que ame el cine le amarga un rato de su vida y le genera la angustia de saber que en el año 2018 hay que gente que no entendió de que va el cine.