Una semana antes de ser nombrado Ministro de cultura, Tristán Bauer estrenó la película Tierra arrasada, lo hizo frente a un público del futuro gobierno y con la presencia de la vicepresidenta electa y estrella del documental en cuestión. La película se estrenó en la misma semana en la que asumieron las nuevas autoridades del poder ejecutivo. Con esta pequeña introducción alcanza y sobra para establecer qué clase de documental es Tierra arrasada y cuáles son las intenciones del firmante como director de la misma. Queda tan expuesta la falta de ética de todo el asunto que basta con mostrar estos hechos para dejar en claro que lo que llamamos cine es otra cosa. Y lo que llamamos cine documental queda todavía más lejos de este título de propaganda con nulo valor cinematográfico.
El cine político es aquel que pone la política como centro de su relato. En Argentina ha existido el cine político casi desde el comienzo y ha pasado por diferentes etapas fuertemente marcadas por los vaivenes propios que ha tenido el país. Un film político puede responder a cualquier ideología y cuando esta se establece sin el más mínimo plan de objetividad el resultado es un film panfletario de los cuales hay muchos en Argentina y en el mundo. Pero aun siendo panfletarios, la historia del cine ha dado grandes títulos que tenían su aporte cinematográfico y mostraban el pensamiento de un grupo y una época. Muy diferente es el caso del cine de propaganda. Este cine es panfletario pero está hecho bajo el absoluto amparo del poder de turno. Es una clase de cine que se humilla como tal al arrastrarse para defender al poder de turno, sin matices ni el más mínimo atisbo de honestidad intelectual. El cine de propaganda puede tener algunos valores cinematográficos en lo formal, pero no vale nada en lo que a contenido de refiere. No tiene riesgo, no tiene honestidad, no tiene coraje alguno.
Tierra arrasada es un estudiado y aun así desprolijo y alborotado panfleto de propaganda hecho con el único fin de glorificar a una sola persona: la actual vicepresidente de La Nación, Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner. No es un film para festejar un movimiento, ni un grupo de personas, ni una idea del mundo, ni tampoco un partido político. Es un acto sin precedentes que solo busca tener la aprobación de una sola espectadora. Como si fuera un film realizador por Max von Mayerling para el deleite de Norma Desmond. Pero claro, Norma Desmond estaba encerrada en su mansión y el destino de un país no pasaba por sus manos. Es curioso como Tierra arrasada subraya –según la mirada del director- la condición de personaje secundario y sin importancia del actual presidente de La Nación, Alberto Fernández, quien aquí aparece poco y nada, demostrando entre otras cosas que el documental fue terminado después de las elecciones presidenciales.
Ya quedó claro uno de los propósitos del film y si fuera solo eso, sería una locura absurda sin importancia. De hecho muy pocos espectadores la vieron, porque el productor del film (Jorge Topo Devoto) no pudo hacer un estreno faraónico y sospechoso como el que tuvo Néstor Kirchner: la película, el otro panfleto ridículo del kirchnerismo, filmado dos veces y cuya premier fue en el Luna Park, algo que ningún film en toda la historia de Argentina tuvo antes. La otra agenda de Tierra arrasada está en su título. La idea es decir que durante los cuatro años del gobierno de Mauricio Macri el país fue destruido al nivel de hablar de una tierra arrasada. Hay miles de pruebas de que esto no fue así, más allá de los problemas económicos que ese gobierno tuvo. Ayudado por estadísticas falsas que siempre usó el kirchnerismo y escondiendo absolutamente todos los defectos de los doce años que gobernaron, la película tuerce, manipula, exagera y a veces directamente miente. Pero así son los panfletos, claro, no se puede esperar otra cosa. No le hubiera costado a un director con un mínimo de talento y otro mínimo de honestidad establecer los motivos por los cuales un gobierno le parece malo y el otro bueno, pero eso es pedir realmente demasiado, tanto en lo formal como en lo moral, al film Tierra arrasada. No olvidarse que este mismo autor filmó El camino de Santiago, donde mostraba todos sus odios políticos y, con la improbable participación de la hija de Cristina Fernández de Kirchner en el rol de coguionista del mismo, quería instalar una idea ambigua sobre la muerte de Santiago Maldonado que perjudicara al gobierno de Macri sin importarle en lo más mínimo la verdad. Curioso que en Tierra arrasada el caso Maldonado pase a toda velocidad, porque profundizar en eso sería admitir las faltas de su película anterior.
Ambos films tienen algo en común, la voz en off del actor Dario Grandinetti. Impostada, forzada, tratando de estúpidos a los espectadores, con una dicción solemne que al escucharla nos hace pensar en la frase que le dedicaba Luis Brandoni al propio Grandinetti en Esperando la carroza. Ustedes la recuerdan bien. El recorrido de aburridas y mal filmadas dos horas incluye de todo. Desde mentir sobre el traspaso de mando hasta enojarse por los animales en los billetes argentinos. Queriendo establecer que la derrota en las elecciones a senador que sufrió CFK fue por una complicidad entre el gobierno y los medios. Apuntando los cañones con fuerza contra el periodismo y algunos miembros del gobierno de Mauricio Macri. Pegándole duro a cualquier juez que falló contra el kirchnerismo y, una vez más, armando el discurso de CFK en forma de desordenado, falso, fascistoide e inepto relato. Bueno, son características propias del famoso relato después de todo. Una lista negra hecha película parece por momentos. Y lo más tragicómico es que intenta instalar la idea de la resistencia. ¿Qué resistencia pretende instalar al hablar de cuatro años de un gobierno democrático con total libertad de expresión y elecciones en tiempo y forma? Esta ridiculez es posiblemente la más ofensiva. Cuando piensa en cineastas políticos de otra épocas de la Argentina, que filmaron en la clandestinidad, que fueron verdaderamente perseguidos e incluso asesinados, toda esta idea de resistencia del funcionario público, burócrata del kirchnerismo antes y ahora, es un falta de respeto a la memoria de los directores políticos argentinos. No hay nada de valentía en Tierra arrasada, como tampoco hay nada de cine. Es un institucional de consumo interno para ser exhibido puertas adentro, solo para fanáticos y miembros del grupo al que pertenece. El público ni se enteró de su existencia y esa es la prueba de lo irrelevante que es. Un caro regalo de bienvenida para la vicepresidente y su núcleo duro. Tal vez, el tiempo dirá, un inquietante presagio de épocas oscuras que la Argentina vivirá a partir de diciembre del 2019, tanto para el cine como para la vida de todos los argentinos.