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Un caballero en Moscú

De: Sam Miller

Un caballero en Moscú (A Gentleman in Moscow, 2024) es una miniserie basada en la novela de Amor Towles y está protagonizada por Ewan McGregor y Mary Elizabeth Windstead. En ocho episodios ambientados en Moscú en 1922 cuenta siempre de forma interesante la historia del conde Alexander Rostov (Ewan McGregor) condenado a muerte por la revolución de los bolcheviques. Año 1922. Tras la Revolución rusa, el conde Alexander Rostov es condenado a muerte por los bolcheviques. Pero el aristócrata logra evitar dicha condena cuando es desterrado por un tribunal soviético a vivir en una buhardilla del opulento Hotel Metropol. Allí deberá pasar el resto de sus días, bajo amenaza de muerte si pone un pie en el exterior. Con el correr del tiempo, este insólita nueva vida le permitirá desarrollar lazos con los personajes que la vida pone delante de él, construyendo un nuevo mundo en esa reclusión mientras afuera la revolución sigue su camino, con todos los cambios que esto supone y a los que Rostov solo ve por sus consecuencias.

La historia es tan buena que no es difícil que funcione y la pareja protagónica, en especial McGregor, centro total de la trama, tiene todo el carisma necesario. El actor de Trainspotting se divierte con este conde ajena a cualquier realidad que poco a poco debe resignarse a su nueva vida al tiempo que encuentra una mayor humanidad en su tragicómica situación de encierro. La melancolía de este personaje decadente es ejecutada por el actor con la misma pericia con la que consigue las escenas cómicas.

Tal vez el mayor traspié de la serie sea una imperdonable elección de casting daltónico, distrayendo del centro de la historia. La necesidad forzada, violenta y ridícula de poner actores negros en personajes que claramente no corresponde resta mucho más de lo que suma. Bastante triste es imaginar que ninguno fue elegido naturalmente, sino que se los puso para cumplir con la agenda ideológica, en una nueva forma de racismo que no es peor que la antigua, pero que no significa tampoco una mejora genuina. Particularmente gracioso es el esfuerzo de muchos que salieron a decir que había negros en Moscú en aquella época, rastreando a un par en el total de la población. Se puede argumentar que si la serie transcurre en inglés, se puede aceptar el resto. Pero no es lo mismo, después de todo la serie puede verse doblada en diferentes idiomas sin afectar el contenido. Si no fuera tan absurda esta inclusión, ni la mencionaríamos, pero lo es y es el peor problema de una gran historia capaz de contar un relato personal y al mismo tiempo varias décadas de historia rusa.