TRENES TIERNAMENTE VIGILADOS
Las películas pequeñas siempre han corrido una suerte complicada en la historia del cine. Ni que hablar de la cartelera actual, donde aparecen y desaparecen docenas de films sin que nadie se entere de que se han estrenado. Sin grandilocuencias, sin estrellas, sin golpes bajos, sin recursos visuales de supuesta modernidad, Un cuento de verano es tan sencilla en su forma como interesante en su contenido. Una mezcla agridulce que desde hace décadas suele ser una de las características del cine de Europa del Este. Stefek, un niño de seis años, en sus vacaciones de verano decide torcer las fuerzas que lo rodean para lograr que su padre, que años atrás abandonó a su madre, se acerque a él. Sin recordar su rostro, cree que un hombre que toma el mismo tren en la estación del pequeño pueblo podría ser su padre.
Lo ayuda en esa cruzada su joven hermana, quien a su vez está aspirando a un trabajo en una empresa cuya sucursal local le permitiría un progreso laboral importante. Comencé diciendo que éste era un film pequeño, agreguemos que posee una gran ternura, una sutil belleza y que explora sin estridencias ni pesadez los complejos caminos que se abren delante de nosotros frente a cada decisión. Lejos, muy lejos de los films que hacen del azar un tema pomposo y grave, Un cuento de verano apuesta a que simplemente las decisiones cambian nuestros planes y que, sin saberlo, el beneficio de uno produce sin intención el perjuicio de otro. ¿Pero es el azar lo que cambia todo? ¿O simplemente la fuerza que lleva a alguien a decidir algo alcanza para que otros resignen sus proyectos el tiempo suficiente como para perderlos? Con el tono agridulce propio de estas cinematografías, algunas escenas despertarán una sonrisa y otras, una sobria emoción. Un detalle que habla muy bien de la película es que a pesar de todas las tentaciones posibles, el realizador no convierte a este pueblo chico en un infierno grande. Pero tampoco lo idealiza. Ni sordidez ni paternalismo, Un cuento de verano se impone por su delicada mirada y su gusto por la belleza. Nada de esto le impide, a su vez, abrir interrogantes acerca de los eventos que rodean nuestra existencia.