Un hombre lobo entre nosotros (Werewolves Within, 2021) es una comedia de terror de bajo presupuesto, basada en un videojuego, y cuyas ambiciones son tan exactas como efectivas. No busca ser un clásico, no pretende marcar un antes y un después, simplemente entretiene y sorprende la suficiente cantidad de veces como para cumplir su objetivo. En el camino, claro, se hace querer.
La construcción de un acueducto ha creado una división entre los habitantes de la pequeña ciudad de Beaverfield. En ese momento de tensión, un nuevo guardabosques llega al lugar. Finn es amable y optimista, incapaz de sumarse a los odios que habitan en el lugar. Una tormenta de nieve deja Beaverfield completamente aislado, pero eso no es lo peor, porque parece que una criatura salvaje ha salido de cacería. Deberán sobrevivir a la tormenta, la criatura, y el odio que se tienen entre ellos. La única verdadera aliada de Finn será Cecily, la empleada de correos.
Los hombres lobos tienen una filmografía tan extensa como despareja, debido a eso es muy divertido que se mencione a la Argentina y al lobizón. Habría que preguntarse si conocen solo la leyenda o si también pudieron ver Nazareno Cruz y el lobo (1974) de Leonardo Favio. La película dirigida por Josh Ruben y escrita por Mishna Wolff no explora la cinefilia ni la cita, aunque si tuviera que aventurar una influencia notable yo apostaría por Sam Raimi, en particular los momentos de montaje acelerado que también le han copiado otros cineastas.
Divertida y ligera, la película igual tiene sus ideas claras. Ser amable y sociable no está mal, ser arisco y antisocial tampoco. ¿Saben lo que está mal? Ser un monstruo, literal y metafóricamente. No hay corrección política, no hay agenda ideológica tampoco, solo puro entretenimiento y amor por lo que se cuenta. Y sangre, claro, pero no tanta como para generar rechazo. Si el terror se ha vuelto solemne pero no profundo, películas como esta nos permiten un agradable descanso sin alejarnos del género.