LA VIDA ES CINE
Una guerra de película trata sobre el rodaje de Tropic Thunder, un film bélico protagonizado por tres estrellas de cine (Ben Stiller, Robert Downey Jr., Jack Black), dirigido por un realizador inglés (Steve Coogan) y basado en un libro sobre las experiencias reales de un sobreviviente de Vietnam (Nick Nolte). El film se anuncia paródico (como lo eran El insoportable y Zoolander) pero en pocos minutos se aleja de ese espacio de seguridad que brinda el hecho de sostenerse en base a otros films. Y aunque la intertextualidad es hilarante y muy compleja, como siempre en Stiller, no es necesario entenderla para acceder al discurso del film. Tampoco hay que quedarse en los feroces y brutales ataques al sistema de cine industrial. Desde las estrellas mencionadas a los productores más malvados (Tom Cruise maquillado y engordado), la película pone en evidencia la mediocridad, la falta de criterio e incluso la vulgaridad del cine dramático. Un solo ejemplo basta para demostrarlo: Nick Nolte interpreta a un veterano de la guerra de Vietnam, en un film que lo coloca muy cerca de su papel en Dog Soldiers (Who´ll Stop the Rain), de Karel Reisz, pero que luego se devela como un fraude, lo que finalmente es una buena pista del tema del film. Una guerra de película no es una sátira sobre Hollywood, de esas que hacen que nosotros, espectadores, nos burlemos de las estrellas (o de cualquier celebridad) y que en nuestra soberbia creamos que los males del mundo residen únicamente en ellos. La película es bastante más profunda que eso, propone la idea de que en el mundo actual todos vivimos a través de un imaginario mediático. Que todo se ha vuelto falso y reconstruido, que ya no hay experiencias reales. Lo que pensamos, la forma en la que actuamos, lo que comemos, lo que vestimos, lo que creemos importante o valioso, lo que conversamos a diario, todo está tamizado por los medios de comunicación y las artes populares. Cada cosa es mirada a través del cristal del cine, la televisión, la publicidad, el modelaje, la historieta, el videojuego, los best sellers. Y ahí es donde Una guerra de película abandona el espacio más subjetivo de la comedia -cada cual podría decidir si le gusta este estilo de humor- y enarbola un discurso más inquietante y perturbador. Las personas en el mundo actual no sólo se relacionan con el arte de una manera más superficial y efímera, sino que es precisamente esa superficialidad la que rige nuestra cosmovisión en forma total y adocenada. El ser humano ya no es por sí mismo, sino que es a través de los medios cómo construye su identidad. El arte no imita a la vida, sino que la vida está pautada desde los medios. Por eso la película por momentos resulta tan incómoda, porque en definitiva saca a los espectadores de su espacio de certezas y los expone a la locura en la que hoy vive gran parte del planeta.