Después de haber escrito tres clásicos que produjo Steven Spielberg, Chris Columbus decidió debutar en la dirección con Una noche por la ciudad (Adventures in Babysitting, 1987). Los tres guiones eran nada menos que Gremlins (1984), Los Goonies (1985) y El secreto de la pirámide (1987). Con su debut como director terminó por ser una pieza clave dentro del cine norteamericano de los ochenta.
Chris (Elisabeth Shue), una joven que vive en los suburbios de Chicago se prepara para una cita con su novio. Cuando este le cancela el encuentro, Chris termina de mala gana aceptando hacer de niñera. Esa misma noche recibe la llamada desesperada de su amiga Brenda (Penelope Ann Miller) que perdida en Chicago y sin manera de volver. Chris toma la decisión desesperada de tomar el auto de su madre y viajar con los tres niños a la ciudad a rescatar a su amiga. Ese será el principio de la pesadilla.
La pequeña Sara (Maia Brewton) su hermano Brad (Keith Coogan) y un vecino amigo de él (Anthony Rapp) viajan junto a Chris por la peligrosa noche de la ciudad y se enfrentan a toda clase de peligros. Algo así como una versión liviana de After Hours (1986) de Martin Scorsese. En esa década fueron varias las películas con temáticas parecidas. También Ferris Bueller’s Day Off (1986) parece tener un parentesco con este título. Incluso algunos elementos de The Blues Brothers (1981). No solo debe atravesar una noche de locura, también debe regresar a tiempo para no ser descubierta. Las aventuras contrarreloj parecen un tópico favorito de la década.
La fluidez con la que ocurren las cosas más inverosímiles es también una muestra de aquellos años. Un cariño por lo absurdo que consigue funcionar en las películas de aquellos años, más inocentes, pero a la vez menos lavadas que las películas de hoy. La corrección política llevó a que Disney Plus la estrene en su plataforma cambiándole algunas palabras del original, para no ser ofensiva. Insisto, películas más inocentes, pero a la vez más preocupadas por el cine que por la agenda política del momento. La película tiene varios momentos excelentes, pero el bar de blues es un instante mágico, una maravilla salida directamente de la década de los ochenta, con pocos ejemplos en las décadas siguientes.
Elizabeth Shue en su momento de estrella juvenil y un elenco con varios secundarios que crecerían en fama con los años vuelven a la película una aventura divertida, graciosa y desprejuiciada. La nena fanática de Thor, antes de que el Universo Cinematográfico Marvel dominara las pantallas, es un show aparte y como todo en la película, funciona a la perfección. Podrá discutirse a Chris Columbus como director (de gran éxito, por cierto) pero no se puede negar su talento como guionista. Esta película lo demuestra completamente. Una noche paseando por la maravillosa década del ochenta.