En 1973, una chica de 18 años llamada Beth (Sophia Lillis) y su tío Frank (Paul Bettany) tiene un vínculo de afecto mutuo y comprensión más allá de la conservadora familia de Carolina del Sur de la que ambos provienen. Viviendo ambos en Nueva York, Beth descubre que su tío es gay y hace años está pareja con otro hombre, Walid (Peter Macdissi). Para ella es una sorpresa, pero no una decepción, su tío ha sido siempre motivo de admiración y un referente que la motivó a seguir sus sueños.
Cuando Beth y Frank deban volver al hogar del patriarca de la familia, todos los fantasmas y temores de Frank aparecerán nuevamente y se intensificarán. El camino hacia el núcleo de la familia, de Manhattan Creekville, será el viaje en el que ambos se conocerán realmente, la oportunidad de entender toda la historia familiar y los motivos por los cuales Frank se ha mantenido alejado durante todos estos años.
La película tiene un equilibrio perfecto entre simpatía, emoción y drama. Expone de forma clara y fluida todo el proceso que deben hacer las personas que han atravesado al reconocer su sexualidad en un ambiente homofóbico, plagado de prejuicios culturales y ocultamientos. El punto de viste de Beth es lo que arranca la narración, pero luego vemos también la mirada de Frank, los genuinos y justificados temores que lleva consigo desde su adolescencia.
Uncle Frank es didáctica sin ser sentenciosa, es realista sin ser cruel, y es amable sin ser edulcorada. Los personajes principales se hacen querer en cuanto aparecen en la pantalla y a medida que avanza la trama va creciendo en emoción hasta llegar al final. No es solemne, no juzga, se gana al espectador por su profundo humanismo por encima de cualquier otra cosa. Su triunfo es cinematográfico, por eso sus ideas consiguen llegar al corazón.