Volver a Boedo cuenta la campaña de los hinchas del club San Lorenzo de Almagro por recuperar el terreno donde se había construido originalmente su estadio. Todo el camino desde que en 1979 el club se queda sin estadio hasta la situación actual donde el regreso es prácticamente un hecho, pasando por la construcción de otro estadio en el Bajo Flores que aún está en funcionamiento y tal vez lo siga estando. No hay perfil bajo para el realizador y los hinchas, que son comparados al comienzo con David frente a Goliat y de ahí en más todo es en ese tono. La pasión, es palabra que se utiliza con los fines más variados y ridículos, obviamente acá es un término sagrado.
Volver a Boedo cuenta una historia que puede ser muy cercana a los que están involucrados directamente, pero que es incapaz de transmitir emoción alguna a cualquier espectador que busque un buen documental. A cada paso se desperdicia el tema elegido y queda claro que todo lo que dura la película no es otra cosa más que una sucesión de autobombo, donde los propios involucrados se elogian a sí mismos por todo lo logrado y todo lo que tal vez logren en el futuro. No hay distancia alguna entre el tema de la película y la mirada que la película posee sobre el mismo.
Y no es que la película no ofrezca buen material, al contrario, pero el material no es utilizado. La locura y el disparate, los arrebatos totalitarios y las actitudes irracionales son vistas con simpatía e incluso consideras objeto de admiración. Nadie pide que se haga un documental contra la campaña de los hinchas por recuperar el terreno original de su estadio, pero sí habría convertido a Volver a Boedo en una película interesante si se observara con un poco de crítica o complejidad las actitudes absurdas o conductas disparatadas que por momentos asoman. Es más, bastaría con preguntarse, no con criticar, la naturaleza de las mismas. Consumo interno, de hinchas de San Lorenzo para hinchas de San Lorenzo, todos festejándose mutuamente. Una película sin público visitante ni valor cinematográfico.