Peor que la película anterior de Wonder Woman, pero tal vez mejor que la siguiente, Wonder Woman 1984 es una genuina catástrofe cinematográfica. Muestra a las claras que la decisión de hacer mal cine no es accidental, producto de errores involuntarios, sino una convencida manera de entender el entretenimiento actual. Ya no vamos al cine de divertirnos, vamos a que nos reten. Bueno, tampoco vamos al cine, porque en Argentina hace nueve meses que no hay salas estrenando películas.
Patti Jenkins se puso sobre los hombros esta nueva versión del personaje de DC Comics y nos ayudará, en el futuro, a entender cómo funcionaba la política de control ideológico en el cine y la cultura. Parte de la cultura. La cultura de pedir perdón, de erradicar a los villanos y la de evitar por cualquier medio que alguien se sienta ofendido por un elemento de una película de ficción. Jenkins logra su cometido, la película es larga, aburrida, arbitraria y finalmente cobarde. Tanto dinero, tanto esfuerzo, tanta gente trabajando para producir estos cosos recaudadores de entradas. A veces la gravedad, la solemnidad y la moralina funcionan, eso ocurre cuando la película está realmente bien hecha. No es el caso, la directora no construye dos escenas coherentes y el guión tiene ese recurso imposible de borrar absolutamente todo el conflicto porque sí. No es un Deus ex Machina, es no querer tomar una decisión que traiga consecuencias.
Los que hicieron la película no se dan cuenta que el 1984 del título remite a George Orwell, o no entienden que ellos mismos son aquello que Orwell criticaba. Un universo distópico donde la ficción está obligada a sacar los conflictos universales, incluso los del pasado, para evitar problemas. 1984 sirve para hablar, un poco, mal de Ronald Reagan, eso sí. Pero ni eso, porque todo el mundo tiene razón en esta película. Todo el mundo.
El motivo de semejante fiasco es simple: funciona en la taquilla. Ya no se trata de hacer algo inteligente y complejo que sea taquillero, sino de correr desesperadamente detrás de la corrección política para no traer consecuencias. En el mundo real las cosas no sirven. A Gal Gadot, la mujer maravilla, ya la insultaron por ser israelí e interpretar a Cleopatra en un film aun no filmado pero que ya está en problemas. ¿Quién será el primer cineasta capaz de incluir el fascismo ideológico de la corrección política en sus historias? Clint Eastwood ya lo hizo, pero hablamos de estas grandes producciones. A Ron Howard lo insultaron por hacer una película a favor de los votantes de Donald Trump, aun cuando nadie vota en Hillbilly Elegy. Clint Eastwood hizo dos obras maestras seguidas, porque a esta altura la corrección política le importa nada. En una el protagonista usaba palabras prohibidas en la neolengua, en otra mostraba como un héroe a un admirador de Kenny Rogers. Parece mentira, pero algunos se ofendieron.
Eso sí, Wonder Woman tiene chistes sobre los ochenta. Chistes de riñoneras, mayormente. Y un soldado que estuvo en Londres en 1918 pero le sorprenden las escaleras mecánicas y el transporte público. Esa pereza sí se puede ver. Diana Prince no tiene televisor, por eso no se deja engañar por nadie. Esos pobres tontos que caen víctimas de la caja boba no tienen la astucia de nuestra heroína que en el futuro seguramente tampoco tendrá twitter. La falta de cohesión estética y la manera absurda en la que el guión construye personajes nos da tiempo para cuestionar prácticamente todas las cosas que están mal en la película.
Poner tres personajes protagónicos es un riesgo, más cuando dos son los villanos. Pero se puede hacer y ahí está para quien quiera revisarla Batman vuelve (Batman Returns, 1992) donde había un equilibrio entre tres personajes y varios otros puntos con común con Wonder Woman 1984. No es la agenda política lo que la hace una mala película, es su falta de fuerza cinematográfica. La pareja protagónica (en teoría) no funciona y los dos villanos son actores que han demostrado por encima de esto. Kristen Wiig, una de las mejores comediantes de la historia tiene en sus ojos la esperanza de que se le ocurre un chiste excelente por cada escena mala que protagoniza y ojalá pronto haga una parodia de esta película. 150 minutos con algunos instantes rescatables que ya me empecé a olvidar. Y alguna sorpresa que solo nos recuerda que hubo un tiempo donde las historias de superhéroes eran hermosas y libres de verdad.