HISTORIA DE UN CHECO CHICO
El cine europeo parece más preocupado que nunca en revisar el siglo XX del continente, con la Segunda Guerra Mundial como centro de sus ficciones, tanto los años que ésta duró, como sus causas inmediatas y sus consecuencias posteriores. Alemania, Francia, Inglaterra, Austria, Holanda, Italia, cada país ha entregado su visión del conflicto y cada cineasta su forma particular de contar historias. No es sencillo dilucidar si este revisionismo histórico responde a una necesidad espontánea o si simplemente es la respuesta a un mero requerimiento del mercado. En caso de ser esto último, significaría igualmente que los espectadores están interesados en el tema, por lo cual sería más que comprensible la insistencia. Asimismo es preciso pensar que estamos entrando en una fecha límite, un tiempo en el que la generación de adultos que participaron de dichos acontecimientos comienza a desaparecer. Es posible que en una década más ese número ya haya decrecido casi en su totalidad, y como se sabe, cuando no quedan sobrevivientes de primera mano, la historia comienza a verse de forma distinta. Razón por la cual, Europa, y el mundo, está apurándose a contar como nunca antes estas historias, ya que dentro de cincuenta o cien años será inevitable que todo se mire con otros ojos. El revisionismo no es lineal, y los héroes de un siglo son los villanos del siguiente, y viceversa. A veces, incluso, se vuelve al punto de partida. Yo serví al rey de Inglaterra -con su complejo título- se encuentra entre los films más ambiguos sobre el tema y no elige precisamente a un héroe para llevar a adelante la historia. Pero en el caso de Jirí Menzel (cómo hace poco ocurrió con Paul Verhoeven y El libro negro), los motivos por los cuales toma sus decisiones más arriesgadas están relacionadas con su propia identidad como cineasta y con el universo que él siempre retrata en su cine. Así, Yo serví al rey de Inglaterra pertenece a una moda del cine europeo, pero también pertenece a un director personal y a un país con una forma muy particular de hacer cine. Este film representa la más pura tradición cinematográfica checa. Desde su especial cariño por el cine mudo y sus recursos, su humor chaplinesco, su combinación de picaresca y sátira política, su gusto por los personajes absurdos y los elementos alegóricos, Yo serví al rey de Inglaterra se inscribe puramente en una tradición y es fiel a ella, lo que podría considerarse, luego de más de 40 años de su esplendor, como un defecto. Aunque siempre es bienvenida una película personal, divertida y polémica, prueba de que los espectadores esperamos disfrutar de algo original sin ser subestimados. Menzel elige uno de sus típicos antihéroes y lo coloca en el centro de la historia. Con un poco de Leonard Zelig, con mucho del vagabundo creado por Chaplin, y con ese mismo perfil que tenía el protagonista de Trenes rigurosamente vigilados, Jan Dite, es un testigo nada inocente de la historia checa y un personaje a partir del cual se metaforiza la situación de dicha sociedad durante las distintas épocas. Milos Hrna, el protagonista de Trenes era un personaje y a la vez una metáfora de su país, como lo había sido, por dar un ejemplo, el personaje de Rick en Casablanca, es decir, alguien que se mantiene al margen toda la trama pero que al final es él único capaz de resolver el conflicto interviniendo y afectando su propia vida. En Casablanca el motivo es romántico (en todos los sentidos) y en los films de Menzel la sexualidad ocupa el espacio metafórico, aunque ambos son films políticos. Sin embargo, en Yo serví al rey de Inglaterra el pícaro de Jan Dite no es noble más que por momentos, gusta de la belleza femenina y la enaltece, pero finalmente se enamora únicamente de la mujer menos femenina y la que ideológicamente está en las antípodas de cualquier forma de belleza: Liza, miembro fervoroso del partido nazi. No cabe duda que el film, a través de Jan, está retratando a la sociedad checa, desde su opulencia decadente hasta las épocas del comunismo, cuando un Jan más viejo recuerda con tristeza el ambiguo camino recorrido. Como bien lo demuestra el título, porque aunque el protagonista parezca no ser juzgado, el título de la película lo hace, ya que no fue él quien sirvió al rey de Inglaterra, sino otro, alguien cuya grandeza y su ética no podría ser igualada jamás por el pequeño Jan, cuya estatura moral no le alcanza para estar en el título del film. Una sutileza que funciona perfectamente como homenaje a aquellos que en las épocas más oscuras no se agacharon para recibir medallas, ni fueron cómplices de la monstruosidad. Menzel se preocupa por los seres imperfectos, pero le dedica el título a los que en silencio, vivieron y murieron con grandeza.